José Antonio Pérez Montiel
José Antonio Pérez Montiel

Doctor en Economía y profesor de la UIB

Tribuna

¿Y si Europa está ante una gran oportunidad?

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Recientemente el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha planteado la posibilidad de establecer aranceles a productos procedentes de Europa. El inquilino del despacho oval ha argumentado que la economía global ha operado en detrimento de EEUU durante demasiado tiempo, y que toca revertir esa situación.

Si EEUU termina imponiendo aranceles, la UE ya ha anunciado que responderá de forma similar a como hizo en 2018, cuando Trump puso aranceles por primera vez al acero y al aluminio europeos. En esta ocasión, parece que la EU se plantea elegir entre responder con represalias directas contra los productos estadounidenses o adoptar una estrategia más calculada, lo que podría convertir al sector tecnológico estadounidense en el foco de una guerra comercial.

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Si Europa se ve en la tesitura de hacer política comercial, creo que debería afrontar esta situación como una oportunidad de replantearse su viabilidad y apostar decididamente por un proyecto de transformación de la estructura productiva del viejo continente. Salvo en los países que cuentan con abundantes recursos naturales, como el petróleo, el desarrollo económico está vinculado a la transformación estructural de la economía. La transformación estructural se refleja en cambios en la composición de la producción y el empleo.

Una economía que crece como resultado de la transformación genera nuevas actividades caracterizadas por una mayor productividad y rendimientos crecientes a escala. La transición a través de diferentes patrones de producción y especialización también implica la transición a actividades de mayor valor añadido dentro de cada sector mediante la introducción de nuevos productos y procesos. Estos cambios implican transformaciones de largo alcance en términos de geografía económica y del contenido de habilidades de la producción, entre otros.

En mi opinión, la viabilidad a largo plazo de la Unión Europea depende de lo capaz que sea de crear una red de agencias oficiales europeas: un banco público de inversión, institutos de planificación, agencias de compra, centros de I+D+i, etc. En coordinación con el Banco Central Europeo, estas entidades podrían impulsar un cambio significativo en la estructura productiva, con un enfoque clave en el desarrollo de energías renovables. Esto, desde luego, implica que el Estado adopte un papel protagonista en sectores estratégicos. Los sectores estratégicos para el continente son aquellos que resultan clave para que las empresas europeas logren aumentar su competitividad y ganar cuotas de mercado. La tarea no es fácil porque, lamentablemente, muchos de estos sectores (investigación, economía digital, telecomunicaciones, producción y distribución de energía, etc.), que en el pasado estuvieron en manos del Estado, hoy están compuestos por un reducido número de empresas privadas con notorio poder de mercado (y gran capacidad lobby en Bruselas). Esto retrasa y dificulta las inversiones necesarias para transformar estos sectores. Pero es necesario hacer. Y el tiempo apremia.