Hay mucho más, los «sin orden» se campan la ciudad a su manera. No contentos de su desorden, desordenado, sin ley de ninguna clase, ellos los «patineteros» pseudónimo de chavales y mayores también, hombres y mujeres sin ley sin ninguna autoría, sin vergüenza alguna, todos los días y a las horas para ellos más convenientes. Toman ciudades, pueblos, urbanizaciones de todas las categorías tal cual tomaban las ciudades y pueblos los antiguos moradores en los tiempos de Felipe I de España y V de Alemania.
He de suponer que alguno de Vds. apreciados lectores conocerá como la mayoría de habitantes en infinidad de veces hemos conocido al hijo del 1º ó del 5º, el que vive puerta por puerta con amigos o familiares a los cuales se les tiene por buena gente. Y no dudo de ello. Nadie sospecha de ellos, pero por lo contrario sí se les puede acusar de ignorantes, no es mi intención ofender a nadie, pero sí estarán de acuerdo con mi tesis. Considerándolos ignorantes de las leyes, de las cosas bien hechas y hechas correctamente.
Los he visto circular sobre las aceras con la indiferencia de topar con personas mayores, niños, madres con cochecitos viéndose obligadas a bajar a pesar de encontrarse a su derecha, algo que se había tenido en cuenta desde principios de los años 20 del siglo XX. A día de hoy, la mayoría de viandantes principalmente a los llegados en barco o avión en busca de una nueva vida, no les importa hacerlo, a pie o con el dichoso patinete, con o sin motor.
Y no acaba ahí la cosa, una mayoría los hemos visto bajar la cuesta Deyà, la de Hannover, la de la Pescadería, haciendo zigzag, insultando a los sufridos viandantes por ocupar la acera, con una indiferencia total y pasmante. La cosa no acaba aquí, los conductores de vehículos se ven obligados a pararse en seco al atravesar las rayas peatonales, añadiendo que a pesar del reglamento de circulación, si mal no recuerdo, los vehículos a motor deberán pararse en paso de peatones para los mismos, pero nada dice de los ciclistas y patinetistas. Los coches se paran para los que van a pie, nada dice de los ciclistas que una gran mayoría atraviesan cuando les viene en gana, ¡eso sí qualcant ¡faltava más!
Lamento que se acabaran los programas educativos de mis años de juventud, de lo contrario hoy escribiría a Dª Montserrat Fortuny y Dª Elena Francis, ambas me ayudarían para saber a qué departamento debo dirigirme con tantos «turriburris». Por lo visto el código continúa en estudio.