Al menos muchos de los míos y supongo que también les ocurre a muchos de ustedes. Refiriéndome a mí, debo reconocer que me pierdo por alguno de ellos y donde había letreros orientativos, ahora me los han puesto en idiomas que no conozco y eso ha hecho que al llegar a algún supuesto destino cuya única referencia era la fachada de una pequeña librería, ahora es un tenderete de venta de churros. ¿Alguien tiene la culpa o es que soy un inadaptado que no acaba de aceptar del todo que las cosas cambien a la velocidad de la luz?
Después de un profundo examen de conciencia, he llegado a la conclusión de que las cosas no cambian por sí mismas sino más bien por esa mano oscura que mece la cuna. Llevo ya varias semanas preocupado buscando una respuesta placentera que me dé luz sobre determinados tejemanejes de algunos políticos, sobre esas conclusiones y caminos utilizados para decirnos lo que más nos conviene, eso que se conoce como presupuestos.
¿Saben realmente nuestros políticos el alcance de algunas de sus decisiones? ¿Es necesario llegar a esa especie de chantaje en que si quieres lo tuyo antes debes aceptar lo mío? ¿Todavía no se han dado cuenta ellos y ellas de que a quienes perjudican realmente es al ciudadano de a pie y a todas las instituciones que dependen de dichos presupuestos, ciudadanos que confiadamente los votaron en su día, incluso los de su propio partido? No queremos más piedras en nuestros caminos.