La obsesión por una libertad económica sin control, con la premisa de que el problema económico central residía en el Estado y no en el mercado y que, por tanto, se debía recortar el gasto público –el social; pero no el militar, como se demostró en Estados Unidos con el programa de Ronald Reagan, la ‘guerra de las galaxias’–, ha consagrado las tesis más conservadoras en el pensamiento económico, con líneas específicas de actuación: privatización de empresas y servicios públicos, reducción de costos laborales unitarios tensionando los salarios a la baja, rechazo a las negociaciones sindicales, dominio de lo privado sobre lo público, rebajas impositivas a las franjas más ricas de la población. Consecuencias: déficits gemelos en la economía de Estados Unidos, comercial y presupuestario, en la década de 1980.
Frente a esta idea que vuelve a reverdecer con sumo ahínco, sendos documentos tratan de poner ejes claros de actuación. El de Mario Draghi (véase https://equipoeuropa.org/informe-draghi-ue-competitiva/) propone un ambicioso plan de reindustrialización de la Unión Europea, focalizado en grandes retos económico-sociales que van desde la transición energética hasta la aplicación de nuevas tecnologías, inteligencia artificial y defensa. Se plantea una inversión que oscila entre 750 mil y 800 mil millones de euros anuales, si bien Draghi piensa que buena parte debieran provenir del sector privado.
Por otra parte, el de Enrico Letta (véase: https://www.hablamosdeeuropa.es/es/Paginas/Noticias/El-Informe-Letta-el-futuro-del-mercado-%C3%BAnico-europeo-.aspx) sobre el mercado único plantea la necesidad de capturar los factores intangibles de la economía digital y los beneficios de la economía circular con el objetivo de encarar el cambio climático. Apoyar la transición verde y digital, la promoción de la paz y el respeto al Estado de derecho, y el reforzamiento de un mercado único –con la apuesta por estimular el crecimiento en tamaño de las empresas– para crear empleo y facilitar la posibilidad de hacer negocios, son otros elementos que Letta aporta. Ambos textos son complementarios y su aplicación supondría tres consecuencias.
La primera es la flexibilización de las reglas fiscales europeas, es decir, una visión más acorde con los planes de actuación que se desempeñaron con la covid.
La segunda, la apuesta clara por la inversión pública como palanca inicial para estimular el efecto multiplicador sobre la privada.
Y la tercera: el reforzamiento de una gobernanza que supone establecer consensos entre formaciones con objetivos distintos.
No es fácil, pero probablemente sea esta una vía razonable de actuación, una hoja de ruta a seguir. En confrontación, el ‘trumpismo discursivo’, –según acepción de la profesora Laura Camargo– que ha redefinido la comunicación política con la internacionalización de un estilo agresivo, simplista y provocador para escandalizar, polarizar y confundir. Una herramienta para ello son las redes sociales, en las que este tipo de relatos tienen predicamento por parte de las extremas derechas del mundo, en su defensa de nuevos regímenes de sello autoritario. La gran damnificada: la información veraz. Y la democracia.