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A la Federación Española de Fútbol (RFEF) se le antoja que las aficionadas que se desplazaron a Arabia Saudí a animar al Mallorca en la Supercopa no saben muy bien qué palabra usar para designar una determinada circunstancia. Un tocamiento para la federación bien puede ser simplemente un caso de agobio y no de acoso, equivocación que se atribuye al nerviosismo que causa ver tanta gente arremolinada a tu alrededor con la intención de hacerse selfies o preguntar tu precio para irte a la cama con ellos sin ningún tipo de seguridad que te ampare. La Federación tira de condescendencia, es decir las trata como ignorantes, para banalizar un caso en el que da por sentado lo que las mujeres padecieron en sus carnes como si ellos hubieran estado ahí presentes.   

Habla también de que estuvieron en contacto permanente con el Mallorca aunque no se sabe muy bien para qué porque el apoyo recibido da muestras de una total ausencia de empatía y sí de viejas actitudes del siglo pasado que no han quedado todavía erradicadas.   

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La Federación no quiere oír hablar de otras sedes porque en Arabia Saudí se paga muy bien y por unas cuantas quejicas que hablan de sus derechos en un país que tiene como norma vulnerarlos no va a dar su brazo a torcer. Lo califica como hecho puntual para incrementar la sonroja que causan sus manifestaciones porque si tan solo una mujer afirma que sintió verdadero pánico se debería reflexionar sobre las acciones que se han de seguir y no quitar importancia a un hecho que debería ser calificado como muy grave.

Al mismo tiempo, es presumible que a un club modesto como es el Mallorca no se le esté haciendo caso por no contar a nivel internacional. Habría que ver si este suceso se hubiera producido en las filas del Madrid o el Barça, la Federación lo hubiera calificado también de agobio. O el acoso lo hubieran sufrido ellos por parte de Laporta o Florentino Pérez.