Jesús resucitó a Lázaro; Pedro ha resucitado a Franco. Y lo seguirá haciendo, una y otra vez, mientras haya algo que justificar o alguien a quien culpar. Pedro Sánchez, «el Puto Amo», en expresión de su ministro Óscar Puente, es inmortal gracias a Franco.Estas son sus 10 leyes que hacen posible su inmortalidad política:
1.- El jefe siempre tiene razón, incluso cuando miente.
Si Pedro dice que la economía va bien mientras suben los precios y los jóvenes no pueden pagar un alquiler, no es mentira: es «optimismo estructural». Pero si la realidad se obstina en contradecirlo, Franco aparece en escena: «Es que el franquismo nos dejó una cultura de especulación y desigualdad que todavía estamos combatiendo». Al final, Pedro no miente; simplemente, está librando la guerra que Franco ganó.
2.- Si el jefe se contradice, apláudelo: es estrategia.
Un día asegura que no habrá amnistías; al siguiente, firma una que borra décadas de ilegalidades. ¿Incoherencia? No, hombre, es pura táctica de 4D. Y si alguien se atreve a señalar las contradicciones, Pedro les recuerda: «La verdadera incoherencia fue el régimen franquista que destruyó la justicia social. Yo sólo estoy corrigiendo sus errores».
3.- El jefe no negocia, cede magnánimamente.
Cuando Sánchez firma pactos que parecen claudicaciones, no es debilidad, es altruismo político. Si entrega más competencias o recursos a los independentistas, no lo hace porque lo necesite, sino porque está sanando «las heridas que dejó el franquismo en Cataluña». ¡Cuántos pactos se cierran gracias a la omnipresencia de Franco!
4.- El jefe nunca pierde elecciones, el pueblo se equivoca.
Si el PSOE baja en votos, no es un problema real. ¿Qué importa lo que digan las urnas cuando tienes a Bildu, ERC y el PNV dispuestos a mantenerte en el poder? Y si alguien se atreve a cuestionar su legitimidad, Pedro sonríe: «Después de décadas de autoritarismo franquista, hemos aprendido que gobernar no es solo ganar elecciones». Franco, de nuevo le sirve para justificar lo injustificable.
5.- La autocrítica es para los débiles.
Si suben los impuestos, hay caos en la sanidad o la educación pública se derrumba, Pedro nunca es responsable. ¿Para qué hacer autocrítica si puedes decir: «Esto es consecuencia de la desigualdad estructural que dejó el franquismo»? Franco es el argumento perfecto: puede usarse en cualquier ámbito, desde la política exterior hasta el precio de los tomates.
6.- El mérito y la capacidad están sobrevalorados.
Que un ministro sea un analfabeto funcional, no tenga experiencia, o no sepa gestionar su cartera no es un problema. Lo importante es que defienda al jefe con fervor casi religioso. Si alguien critica la falta de competencia, Sánchez tiene la respuesta: «No olvidemos que Franco persiguió a las élites intelectuales, y estamos reconstruyendo ese legado». Es decir, la mediocridad actual también es culpa del franquismo.
7.- Los medios de comunicación son herramientas, no observadores.
Pedro no necesita una prensa independiente, sino una leal que multiplique su mensaje. Y si alguien señala que esto se parece más a la propaganda que a la información, el jefe extrae su «as» de la manga: «Esto no es nada comparado con la censura franquista». Franco es su excusa incluso para justificar ruedas de prensa sin preguntas.
8.- El jefe no manipula, redefine la narrativa.
«Amnistía» no es una forma de borrar ilegalidades, sino un «reencuentro». «Independencia judicial» no significa separación de poderes, sino que el poder judicial se adapte «al momento democrático». Y si alguien no lo entiende, Pedro lo deja claro: «El franquismo pervirtió las instituciones durante décadas; nosotros estamos devolviéndoles su esencia». Hasta las palabras tienen que pasar por el filtro antifranquista.
9.- El jefe no tiene amigos, tiene peones.
Los aliados de Sánchez no son socios, sino piezas de un tablero que él mueve con maestría. Cuando uno deja de ser útil, se sacrifica sin pestañear. Y si alguien critica esta estrategia despiadada, el jefe lo soluciona con su comodín favorito: «En tiempos de Franco no había ni aliados ni peones; solo sumisión total. Por suerte, yo soy un demócrata».
10.- El jefe es eterno.
Mientras otros políticos se desgastan, Sánchez se reinventa. No importa cuántos escándalos lo salpiquen, cuántos enemigos acumule o cuántos problemas genere: siempre encuentra una salida. Y si no la encuentra, simplemente culpa a Franco. «Mientras las sombras del franquismo sigan pesando sobre España, mi deber es seguir aquí», afirma con mirada solemne, como si estuviera librando una cruzada épica.
CONCLUSIÓN: Pedro Sánchez no solo gobierna, trasciende. Es un maestro de la política moderna que ha logrado algo único: resucitar a Franco como su mejor aliado estratégico. Porque cuando la economía flaquea, los pactos chirrían y la legitimidad tambalea, Franco siempre está ahí, como el perfecto chivo expiatorio.
Ante esta realidad incontestable, yo me pregunto: ¿quién necesita ideas, proyectos o coherencia, cuando tienes a Franco en tu baraja? Al final, Pedro no solo ha superado a sus adversarios, sino que ha convertido a Franco en el arma definitiva para justificarlo todo. Franco es su mejor comodín.