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Hay gente que cuando se viste por las mañanas, le gusta manosear media docena de relojes muy lujosos hasta decidir cuál se pone. Sí, la capacidad de decisión está estrechamente ligada al nivel adquisitivo. Y solo se trata de un reloj, conque figúrense la cantidad de decisiones que un individuo así debe tomar cada día. Empezando por los calcetines y zapatos, que probablemente condicionarán el resto de decisiones. Hay que tener una gran capacidad de decidir, algo muy valorado socialmente, para afrontar sus largas jornadas, donde no solo deben tomar centenares de decisiones importantes, sino hacerlo rápido y con acierto. Como los tenistas que reciben cuatro pelotas para el saque, y tras mirarlas inquisitivamente y magrearlas un poco, en apenas un par de segundos eligen las dos más adecuadas. Las otras las tiran al suelo con desdén. Ignoro cómo lo hacen, siempre me admiró esa capacidad de decisión, que es algo que se tiene o no se tiene. Es muy difícil, y de ahí el prestigio de que quien ha desarrollado esa habilidad, supongo que a fuerza de encadenar decisión tras decisión. Normal que se les reconozca un liderazgo. Aunque claro, también hay gente que por hache o por be, o falta de nivel adquisitivo, tiene más capacidad de decisión que decisiones a tomar, un desperdicio de facultades, y de ahí el éxito de eslóganes proclamando el derecho a decidir. Nada que objetar, desde luego, porque es triste tomar una decisión difícil, sobre relojes o pelotas, y ver que todo sigue igual. Por falta de relojes y pelotas. «Yo decidiría, pero…», murmura el tipo. ¡Tener tanta capacidad para nada!

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Ciertamente, a menor nivel adquisitivo, menor poder de decisión, aunque no sea lo único que influye. Y luego están los indecisos, que son los que deciden con su voto y toman las grandes decisiones políticas. Carecen de capacidad de decidir, pero les sobra efectividad decisoria. ¿Y dónde quiero ir a parar con esto? Pues no lo sé. Mi nivel adquisitivo es nulo, por lo que jamás decido nada, y del verbo decidir solo conozco el subjuntivo. Bueno, no, decido qué palabra va después de la anterior, y así sucesivamente. Nada más. Cómo voy a saber dónde irán a parar. Las palabras no son pelotas.