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David Bueno ha ganado el premio Josep Pla con «L’art de ser humans» y Jorge Fernández Díaz el premio Nadal con «El secreto de Marcial». Se me ocurre que yo gané esos dos premios, el Pla en 1984 y el Nadal en 1986, y que lo hice escribiendo con una máquina de escribir Olivetti, Léxicon 80, que me había vendido de segunda mano el señor Jaume, que tenía por entonces una escuela de mecanografía llamada «Mecanografía Viena». Por cierto, que yo nunca recibí clases de mecanografía y todavía hoy escribo con dos dedos. Todo en mí era, y sigue siendo, autodidacta. I taught myself, como dicen en inglés. Por aquel entonces primero escribía con un bolígrafo Bic Cristal, de tinta azul, y luego lo pasaba a máquina. Cuando los periodistas me preguntaron con qué ordenador había escrito los libros dije que con un «Bic Cristal» («que escribe normal», como decía la propaganda).

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Todo empezó en el colegio salesiano, donde don Cirilo dijo una vez que «el Faner» era el que tenía más fantasía, pese a que era un alumno rebelde, pero silencioso. Rebel sense escarafalls. Empecé a publicar a los 22 años, muy bien recibido por Francesc de Borja Moll y Josep Maria Llompart, quien me auguró un futuro brillante. Mi primer premio fue el Ciutat de Palma, con la novela «L’arcàngel», muy surrealista. Después gané el Sant Jordi, con «Un regne per a mi», que también obtuvo el premio de la crítica literaria en catalán. Era el diciembre de 1975 y en noviembre había muerto Franco. Publiqué libros, hice oposiciones en Madrid para profesor de inglés —siempre autodidacta— y otra noche de diciembre, entonces de 1983, recibí la noticia de que me habían concedido el premio Víctor Català de narraciones en la Nit de Santa Llúcia, por «Lady Valentine».

En enero vino el premio Josep Pla, por «Fins al cel», que al año siguiente mereció el premio Joan Crexells a obra publicada. Gracias a eso conocí a Joan Perucho, y me regaló su amistad. La mañana de reyes de 1986 me llamó Josep Vergés y me dijo que no me decía nada, pero me aconsejó que asistiera a la gala del ‘Nadal’ en el Ritz de Barcelona. Tuve que comprarme un traje. Mi novela, «Flor de Sal», fue seleccionada al año siguiente para el premio Antico Fattore, en Florencia. Luego me dieron el premio Ramon Llull, de Planeta, por «Moro de rei», en 1988. En 1992 me dieron el premio de novela Sant Joan, en Sabadell, por «Mal camí i bon senyor». En 2010 llegó el premio de la Crítica Serra d’Or de narraciones por «El cant de l’alosa». Así es cómo lo hice, escribiendo.