Mientras el mundo está como está, cargado de funestos presagios, y la gente contempla en vilo este amenazador 2025, y a los sórdidos personajes que decidirán nuestros destinos (Putin, Trump, Musk, Netanyahu) como quien le ve las orejas al lobo, parece que al Gobierno no se le ocurre nada mejor que conmemorar el cincuentenario de la muerte de Franco. Nada menos que todo un año de Franco, a estas alturas, lo que nos faltaba. No teníamos bastantes fantasmas globales, y añadimos uno local.
Más de cien actos hay previstos (¡100 actos!) en estas mediáticas celebraciones del medio siglo, lo que nos garantiza que, pase lo que pase en la realidad, podremos desentendernos alegando «No sé, yo estaba en lo de Franco». Asombroso. Dicen que se trata de una iniciativa pedagógica, a fin de robustecer la memoria histórica, pero en los planes docentes hace mucho tiempo que los pedagogos intentan abolir el viejo enfoque memorístico, y sustituirlo por un raro aprendizaje lúdico. Nada de memorizar nada, insisten, es contraproducente. Así que esto de Franco, que ni siquiera cuando vivo dispuso de todo un año de efemérides, parece más bien iniciativa del sector del entretenimiento, que aunque todavía no dispone de un ministerio (Ministerio de Distracciones y Entretenimientos), es sin embargo muy activo y no para de promover, cómo diríamos, actos y más actos. Oficiales. La esencia de la política, totalmente invadida por el evento lúdico y multitudinario. Y encima, en beneficio de la memoria, esa cosa tan conflictiva y que tantos disgustos nos da. La memoria, si no recuerdo mal, es la calle de la amargura propiamente dicha. A mí personalmente, como vivo hace décadas en la desmemoria, y ni siquiera me acuerdo de mis libros favoritos, ni de mis momentos inolvidables, ni de lo que yo mismo escribí ayer, este año de Franco ni me va ni me viene, me trae sin cuidado y no me hace ningún efecto (menos aún pedagógico), pero claro, ahora hablamos en general. Y lo cojas como lo cojas, un año de celebración de Franco con la que está cayendo, no hay por dónde cogerlo. Por no mencionar el derecho a la desmemoria, incomprensiblemente aún no reconocido y que tanta falta nos hace a cierta edad.