Año histórico, qué desgracia
Este año ha sido tan desgraciado que antes de que termine ya se ha vuelto histórico. Ni siquiera es necesario hacer memoria para redactar un balance, porque las calamidades, que son la sustancia de la Historia, te saltan a la cara. La matanza interminable de Israel, que al unir la venganza con el delirio de la tierra prometida, y la defensa con el exterminio, carece de límites y ya abarca varios países. Y nadie en el mundo, desde luego ningún judío, hace nada por detenerla. Eso sí, estamos aprendiendo mucho, con documentación visual diaria, sobre qué es un genocidio posmoderno. La guerra de Ucrania es más antigua, y avanza con paso lento de animal antediluviano, como el propio Putin, mientras el patriota Zelenski no para de pedir más misiles y exigir a la OTAN que se implique de una vez. A todas estas, la demoledora victoria electoral de Donald Trump, persona del año según la revista Time y que por sí solo genera más historia que toda la comunidad internacional, parece ser el mascarón de proa de esa nave de locos impulsada por el vendaval de la Historia. ¿Adónde? A la mierda, porque este fue un año de mierda, culminado climatológicamente con el diluvio universal en Valencia. Chorrea historia como si fuese una llaga purulenta, más de 360 días históricos uno detrás de otro, y no hay desgracia comparable a vivir días históricos.
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