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La gente está preocupada cuando oye que los robots, con su inteligencia artificial y su apariencia humanoide, van a sustituirlos en los trabajos que actualmente realizan. Los cambios tecnológicos fuerzan la desaparición de empleos tradicionales pero propician la aparición de otros nuevos. Lo que parece inevitable, dadas las circunstancias, es el cambio de políticos de carne y hueso por robots de última generación. Todos saldremos ganando. Dejar que las máquinas gestionen los asuntos públicos añadirá un plus de eficiencia, saldrá mucho más barato en nóminas y dietas, e incluso acabará con la corrupción y los malos modos. El modelo Iniciator actuará sin sentimientos ni intereses personales y vendrá programado para mejorar las cosas y decir siempre la verdad. Sin afán de lucro. Aportará las mejores soluciones a velocidad sorprendente, haciendo previsiones y cálculos a muchos años vista. Más que generar problemas y conflictos, será un solucionador amable e insobornable. Claro que añoraremos a los actuales políticos con sus flaquezas humanas, sus pasiones y sus miles de asesores viviendo a su costa y a la nuestra. El progreso es imparable y no puede ser que todo se vaya llenando de inteligencia artificial menos nosotros.

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Los cambios cuestan porque nos aferramos al statu quo, lo conocido y lo que nos da de comer. Pero cuando tienes un martillo, es difícil y algo tonto que sigas picando con una piedra.