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El alcalde de un pequeño pueblo, al terminar su mandato, los vecinos quisieron dedicarle una calle. El alcalde lo rechazó diciendo: «No lo acepto porque otro tendrá que quitarme». Es lo que está sucediendo. Las calles que durante años tenían un nombre, ahora tendrán otro, y todo esto es según el color del gobierno que los mira. El cambio no lo eligen los ciudadanos. Lo que hacen los ciudadanos es pagar la placa y los gastos que cambiar el nombre a una calle conlleva.

Creo que sería bueno llegar a una solución para que esto no suceda. Quizás se podría poner a las calles nombres de plantas, de flores, o enumerarlas, como en Nueva York. Así las Avenidas serían la Quinta Avenida. La cuarta Avenida o la Primera Avenida.

Los políticos están para gestionar con los mínimos gastos. Pero no es así. Uno de los grandes males de nuestro sistema político es la omnipresencia y omnipotencia de los partidos políticos. Los políticos no responden ante los ciudadanos, sino ante el aparato del partido. La obediencia y la sumisión es lo que normalmente se premia, más incluso que la dedicación y valía. En la actual crisis económica, que hemos pasado y que aún perdura, ela clase alta no tiene clase, la clase media no tiene medios, y la clase trabajadora no tiene trabajo, por lo que no hacen falta políticos de altura, con ambición de mejora, valentía, honestidad, empatía y entrega. Y como dijo un clásico, los males de la humanidad solo tendrán remedio cuando los gobiernos estén en manos de personas que hayan alcanzado la sabiduría y la virtud. Creo que no pido la luna…