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Nos hemos vuelto locos con el deseo de figurar en las listas de pueblos más bonitos. Cada revista de viajes elabora sus listas -también las hacen de playas, restaurantes y otras cosas- y algunos se mueren por figurar en ellas. Salir en una de ellas es lo peor que puede pasar. De repente un pueblo más o menos tranquilo o una playa apacible conocida solo por algunos mallorquines (ya no quedan) sale en una de estas publicaciones y se acabó todo su encanto: llegan hordas de turistas, viajeros, influmierders y todo se va al garete.

¿No habíamos quedado que dejábamos a los guiris en sus zonas turísticas, en unos cuantos mercados semanales y un par de restaurantes remotamente autóctonos y nos quedábamos lo demás para nosotros? Dejemos los secretos como secretos, refugio, espacio vital. No, se equivocan, no hay ningún pueblo encantador en Mallorca, vayan a buscarlo a Croacia y déjennos en paz.