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Los estudios y el desarrollo de contenidos sobre temas que hasta «ayer» considerábamos ciencia ficción llenan cada día las informaciones de tecnólogos futuristas.

El afamado conferenciante americano, consultor de grandes compañías, considerado el «arquitecto del futuro», Thomas Frey, fundador del Instituto DaVinci, en Colorado, aporta una información constante sobre temas realmente sorprendentes.

En su último artículo, Frey habla de los robots e informa de que en un futuro no muy lejano, las fronteras entre la conciencia humana y la inteligencia artificial se desdibujarán drásticamente. Los avances en robótica e inteligencia artificial no sólo revolucionarán la forma en que vivimos y trabajamos, sino que también desafiarán nuestra propia comprensión de lo que significa ser humano. «Imagine un mundo en el que su esencia (sus recuerdos, sus pensamientos, su personalidad) pueda transferirse a un robot, creando una versión sintética de usted que viva más allá de las limitaciones del cuerpo humano», nos invita a especular.

Parece que este concepto, a menudo relegado al ámbito de la ciencia ficción, se está convirtiendo en tangible gracias a la fusión de la robótica de vanguardia con la inteligencia artificial, cada vez más sofisticada.

A medida que nos adentramos en este futuro, las implicaciones son profundas. La capacidad de transferir la propia «personalidad» a un robot de IA avanzado podría redefinir nuestros conceptos de mortalidad, identidad y continuidad de la vida. El viaje hacia este futuro implica navegar por paisajes tecnológicos, morales y sociales complejos, lo que marcará un momento crucial en la evolución humana.

En la actualidad, contamos ya con la automatización mecánica, es decir brazos robóticos industriales, robots de almacén autónomos. Por otro lado, estamos viendo ya robots que pueden caminar, transportar objetos y transitar en entornos humanos.

Dice Frey que entre 2030 y 2035, es probable que veamos robots con características más refinadas y similares a las humanas, tanto en apariencia como en comportamiento. Estos robots antropomórficos contarán con una destreza avanzada, lo que les permitirá manipular con precisión unas manos y rostros similares a los de los humanos, capaces de generar expresiones básicas para mejorar las interacciones sociales. Estos robots serán más adecuados para funciones de atención al cliente, atención médica y asistencia personal, donde la inteligencia emocional y las interacciones matizadas son esenciales.

En el periodo comprendido entre mediados de la década de 2030 y 2040, se prevé el desarrollo de robots biomecánicos que incorporen materiales blandos y flexibles, diseñados para imitar los músculos y las articulaciones humanas. Estos robots estarán cubiertos de piel sintética, lo que mejorará aún más su apariencia humana y les permitirá realizar interacciones físicas precisas y matizadas. A diferencia de las etapas robóticas anteriores, los robots biomecánicos podrán moverse con una fluidez y flexibilidad que se asemejarán mucho al movimiento humano.

Entre 2040 y 2045 los robots tendrán tejidos musculares cultivados en laboratorio. Efectuarán movimientos más parecidos a los de los seres humanos reales. Serían utilizados en la investigación o en la medicina, donde se necesita una flexibilidad similar a la humana.
El siguiente robot «nacerá» entre 2045 y 2050. Será capaz de interactuar directamente con interfaces neuronales humanas o controlar procesos biológicos dentro de sus sistemas. Podrá tener una interacción directa con el cerebro humano.

2050-2060 será la década en la que los robots tendrán órganos artificiales, un sistema circulatorio sintético o un sistema de generación de energía que imitará los procesos humanos. Incluso podrán enfriarse a través del «sudor».

A finales de la década de 2060 se podrían fabricar robots con tejido orgánico, casi indistinguibles de los humanos. Serían capaces de un razonamiento complejo. Podrían parecerse tanto a los humanos que se podrían plantear cuestiones éticas y de identidad.

Frey visiona para finales de siglo robots totalmente autónomos y autosuficientes, capaces de obtener energía de material orgánico y de experimentar una autorreparación y evolución limitada. Serían capaces de consumir materia orgánica para obtener energía, automantenerse y autoadaptarse. Podrían tener capacidad de aprendizaje y evolucionar a lo largo de generaciones. En ese momento convergerían definitivamente la biología y la tecnología.

El futurista termina su exposición reflexionando sobre el camino que tenemos por delante, que es a la vez una oportunidad y un desafío, porque exige una reflexión cuidadosa sobre el futuro que estamos construyendo. Debemos decidir no solo de qué serán capaces estas máquinas, sino también establecer límites a medida que las líneas entre la biología y la tecnología se vuelven cada vez más difusas, dando forma a un futuro en el que la conciencia puede trascender sus raíces orgánicas.

En este momento también podríamos plantearnos una duda existencial: ¿y si nosotros fuéramos el resultado de la creación de una civilización anterior?