Vox ha roto para siempre con el PP. Otra vez. Otra vez se sienten humillados. Otra vez rompen tras la ruptura para siempre del techo de gasto, la de la negociación de los Presupuestos del año pasado y la de los menores migrantes. La novedad de esta última ruptura para siempre es que, en este caso, la razón no es única, sino que aparece una nebulosa galaxia de agravios que van desde el catalán –una exigencia que llega mucho más lejos de lo que pidieron para hacer presidenta a Marga Prohens– a la humillación, la traición, las enmiendas al decreto de simplificación y hasta el corte de pelo de la presidenta.
Todo es más simple. Vox rompe porque lo ha ordenado Santiago Abascal. Bambú manda. Y se acabó. Los intereses estratégicos de la dirección nacional de la formación están por encima de cualquier otra consideración y esos intereses están ahora en desestabilizar al PP. Qué más da que implique desestabilizar también a las comunidades autónomas. Mal menor.
Vox se ha convertido en el partido de la desestabilización institucional, como ha demostrado ampliamente en este año y medio de legislatura. El fin justifica los medios. El problema de Vox es que no sabe cuál es ese fin, así que al final ha terminado haciendo exactamente lo que hacía el partido al que más abomina. Vox quiere que el PP haga de Vox pero, mientras tanto, él hace de UM.
Con este escenario, parece muy improbable que el Govern consiga aprobar el proyecto de Presupuestos para el año que viene. En el PP hace mucho tiempo que están cansados de aguantar las veleidades de sus antiguos socios, un partido imprevisible y voluble, pero tienen un problema: es el único socio posible. Como el PSIB y Més con Podemos, al PP no le ha quedado más remedio que aguantar esas veleidades. Ha salvado a Gabriel Le Senne a costa de ganar estabilidad. Le Senne ahí está, preside el Parlament, pero para nada ha servido, porque lo que preside en Balears ahora mismo es la inestabilidad. El PP no ha ganado nada por mantener a Le Senne.
El martes tiene otra oportunidad para dar una victoria a Vox a cambio de nada. Se debate la derogación de la ley de memoria, una exigencia de Vox, incluida en el acuerdo de gobierno por respeto a Vox y que no figuraba en el programa del PP sino en el de Vox. El PP dice que, en principio, votará a favor de derogar la ley. Será la victoria de Vox al estilo Cid Campeador: gana batallas después de muerto el pacto. Al final, resultará que, efectivamente, los papeles están cambiados: Vox hace de UM, pero es que el PP hará de Vox.