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Cuando la desidia, la falta de previsión y los extraños y discutibles proyectos nos invaden, el espíritu se nos encoge y es cuando entramos en esa especie de callejón sin salida. Mi inquietud sin profundizar en los temas me llena de sombras y eso no es bueno, por lo menos no lo es para mí. Nos deshacemos de unos bomberos cuando sabemos que no son un lujo sino una necesidad y que no nos sobran pero que la burocracia y las disposiciones, que no admiten margen de interpretación ni resolución, así lo acuerdan.

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Y cuando todavía no acabo de ver claro lo de la torre de control inteligente de nuestro aeropuerto, nos llegan los aerotaxis como caídos del cielo que sería lo suyo y como después de la tierra y el aire nos faltaría el mar, siguen la reuniones a alto nivel para la instalación de esos gigantescos molinos en nuestras costas para que no nos falte la luz y veamos las cosas más claras y si a todo ello sumamos el peligro de nuestros acantilados, el menú ya estaría servido. Yo propondría    la resurrección del Rey Leónidas que llevó a sus trescientos espartanos a resistir aunque al final perdieron pero caña les dieron y mucha durante tres días. También Don Quijote luchó contra unos molinos creyendo el iluso que eran otra cosa y también salió trasquilado. Pero digo yo o así lo creo, que no siempre se pierde, solo se pierde si te quedas de brazos cruzados. La locura bien entendida y encauzada hace milagros.