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Ya pasó San Martín y, con lo del evidente cambio climático, no se sabe a ciencia cierta si el veranillo pasó con el Santo o pululará por aquí sin mesura. Álvaro Cunqueiro narró en una fábula que, en aquellos días de noviembre, festejaban en Inglaterra a San Guret, patrón de los minoristas del requesón; y si fuese cierto que, en ese derivado del suero de textura granulosa, que se da en la leche cuajada y el yogurt, anida la cisteína, que al parecer es un antídoto contra algunas afecciones, quizá deberíamos de considerar con más crédito al beato ‘cunqueriano’, aunque no lo mime el Martirologio. Renqueaba, según crónicas no verificadas, y su muleta fue un arbusto con raíces al que en primavera le nacían hojas y brozas; tantas, que en el estío podía echar la siesta a la sombra de dicho estribo en tanto apacentaba el rebaño. Fue pastor de vacas y de ovejas; y, mientras oraba, cada rumiante, que él ordeñaba a distancia por hechizo, llevaba su cántaro agregado en inédito modo productivo.

En 1431, cuando expiró S.S. Martin V, San Narciso ‘cedió’ su patronal báculo a San Martín para tutelar Es Mercadal. Se ignora la causa del traspaso, es decir, no se me alcanza el porqué. Si bien, a la sazón, textos vaticanos señalaron que Oddone Colonna de nutrida biografía fue elegido papa [11/XI/1417], adoptando el nombre de Martín V en honor del santo de Tours cuya festividad se honraba el día de su investidura. ¿Meras coincidencias…?