Me pregunto qué diferencia a un estadounidense de un europeo. Nuestro complejo de superioridad nos hace ver a los demás según nuestros parámetros eurocéntricos, pero si queremos entender a los otros, empecemos por comparar las circunstancias que nos confieren un punto de vista diferente. Ni siquiera somos iguales que nuestros antepasados, que se llevarían las manos a la cabeza viendo según qué cosas.
Los estadounidenses son gente práctica que adoran a los ricos, mientras que aquí los vituperamos. Le dan mucha importancia a la economía. Nosotros lo juzgamos todo con criterios morales, ideológicos. La lucha entre el bien y el mal, la izquierda y la derecha, los de aquí y los de fuera… los estadounidenses han votado a Trump y nosotros a Sánchez. Nada que ver.
Allí es legal la posesión de armas, por ejemplo, y eso a nosotros nos horroriza. Aquí no sabemos cómo sacar a un ocupa, okupa o como se diga, pero sacamos de la cárcel a quien nos conviene. Las medidas de gracia no siempre tienen gracia.
Al ser un imperio, lo de allí acaba por llegar hasta nosotros. Por algo son la primera potencia y nosotros cada vez más impotentes.
Para ellos América es lo primero. Para nosotros también. Porque estamos divididos, enfrentados, atolondrados, y para no decir España, muchos dicen el Estado español. Tenemos una Constitución débil.
Podemos criticarlos por votar lo que votan, pero no estamos como para dar lecciones a nadie.