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Todavía recuerdo lo que me dijo un alumno (nada aplicado, por cierto) uno de los primeros días de clase, a principios de este siglo XXI, me dijo: «Te vamos a cortar en pedacitos pequeñitos y te vamos a dar de comer a los cerdos». Era un muchachote alto, y por lo visto corto de entendederas. Cuando a finales del primer trimestre le suspendí, se echó a llorar. Pero no le podía aprobar. De inglés no sabía nada. Creo que fue por entonces que leí un chiste en «El País» en el que un joven se enfrentaba a ciertos exámenes universitarios y tras varias pruebas el profesor le decía: «Pero usted no sabe nada». A lo que él respondía, a modo de excusa: «Es que yo soy de la ESO». Otro día, una chica se levantó en plena sesión de la película «The lord of the rings» y me espetó: «¡Hasta las putas letritas están en inglés!». Se refería a que la película era en versión original con subtítulos en inglés. Al salir el director me criticó que les pusiera películas. Años más tarde, ese mismo director, ya jubilado, se apuntó a clase de inglés para adultos y me dijo: «Nos ponen películas en inglés». Una vez, el primer día de clase, se levantó un muchacho –otro muchachote— y empezó a gritar «¡Quiero irme a casa!» –Vull ‘nar a ca nostra!–. Era la última hora de la mañana, de dos a tres. Le eché de clase y al rato el profesor de guardia me lo devolvió y me dijo que tenía que soportarlo. Tuve que soportarlo todo el curso. Años después me enteré de que se había convertido en futbolista. Por cierto, que mientras este gritaba surgió otro muchachito espontáneo y se puso a dar vueltas a la clase soltando los jipíos propios de los indios en las películas del Oeste, ¡jía, jía, jía!, y también tuve que retenerlo en clase durante todo un año. Un día que yo falté, el director estaba de guardia y lo agarró por el cuello. «A mí van a echarme», le dijo, «pero tú vas a comportarte». No le echaron.
Mi primer destino como profesor de inglés fue un instituto de barriada en Badalona. El director me advirtió que fuera comprensivo con el alumnado, porque sus familias pasaban muchas privaciones. Recuerdo que un muchachito me dijo: «Oiga, profe, lléveno a Barselona a vé te vi o no te vi, que mola». Entonces había unos cines que se llamaban de ‘arte y ensayo’ y proyectaban «To be or not to be», de Lubitsch. Ese mismo chico solía decirme, «Profe, póngano loj Bíter, que molan». Se refería a los Beatles. Otro día le dijo a la ‘profa’ de catalán: «Oiga, profa, ¿loj Bíter no cantan en catalán, loj Bíter?».