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Escribo en esta ocasión desde la selva amazónica. Esta circunstancia espacio temporal (con banda sonora: miles de trinos, a cual más bello) invita a mirar con cierta distancia las vicisitudes patrias, que (si no me engaña mi intuición) seguirán siendo penosas.

Echándole bastante morro al asunto (soy diletante) me arranco a filosofar sobre ideologías.

Hay muchos tipos de actitudes vitales. Unas personas se sienten cómodas como elementos de un grupo, les interesa sobre todo que un líder o una entidad superior, llamada estado, les provea. Por supuesto, acogidos a este formato caben muchos grados. En un punto extremo estaría el comunista de toda la vida.

Otros individuos aprecian más tener libertad para elegir un proyecto personal para sus vidas y esperan del estado que no les ponga demasiadas trabas en tal propósito. Lógicamente también en esta filosofía existen grados. En el ángulo extremo se situarían quienes opinan que el estado sobra y que el mercado debería ser el único regulador en el acontecer social.

Desde luego entre ambos paradigmas se despliega una extensa paleta de colores.

De la misma manera, la diversidad se hace patente en muchos otros aspectos de la naturaleza humana: Hay tipos intrépidos que se sienten cómodos descargando adrenalina en las circunstancias más peligrosas que podamos imaginar, mientras en el extremo opuesto hay sujetos apocados que huyen de la incertidumbre como de la peste. Hay personas extremadamente sociables que cultivan la amistad de multitud de congéneres, que acumulan contactos y citas, mientras otros prefieren la intimidad, la soledad, el distanciamiento. Los hay charlatanes compulsivos mientras otros gustan de permanecer callados.

En fin, hay cantidad de factores en la idiosincrasia humana que se expresan en gran variedad de matices entre extremos.

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Reflexionemos ahora sobre algunas circunstancias llamativas observables en nuestra sociedad:

1- Mientras casi nadie se atrevería a asegurar que sea claramente mejor ser charlatán que callado o que sea peor ser más reservado que hipersociable, hay sin embargo una especie de consenso en dar por sentado que es mejor ser socialista/comunista que liberal. Incluso los que apuestan por el capitalismo, intentan disimularlo. El socialismo tiene un relato más vendible, más estético digamos.

2- Mientras que en la mayoría de aspectos de la vida la gente respeta (o le da igual) que otros sean distintos, en el plano ideológico casi todos procuran animar a quien piensa distinto a que cambie de criterio, acusándoles -en caso de que sean renuentes a hacerlo- de fachas o de bolivarianos. Todo ello sin profundizar en aspectos perfectamente debatibles a la luz del conocimiento: se prefiere la consigna al argumento.

3.- ContraIntuitivamente, entre quienes desean un estado poderoso, no solo están los socialistas y los comunistas: también los militares golpistas, los nazis y los fascistas son muy aficionados a que un estado fuerte decida por los ciudadanos y organice sus vidas.

4.- Mientras los Papas de Aviñón (por ejemplo) vivían como magnates y fornicaban a espuertas (algunos serían ateos, imagino), el pueblo llano (que sí creía) procuraba pecar lo indispensable y colaboraba, con sus diezmos y demás mecanismos recaudatorios al sustento de sus líderes espirituales. Otrosí: aprobaban que la hoguera diera buena cuenta de los disidentes.

Hoy día sucede algo parecido con los fieles ideológicos: sustentan con sus impuestos y con su apoyo entusiasta a los políticos premium (algunos de estos probablemente no creen en nada, excepto en medrar en su carrera) que viven considerablemente mejor que ellos mismos y cuyas obras se alejan muy mucho de los ideales que predican, mientras desprecian e insultan a quienes se muestran críticos con tal estado de cosas, a quienes no confían en los políticos e incluso a quienes confían en políticos distintos a los suyos.

Se está bien en la Amazonia. Las oropéndolas no machacan con    sobadas consignas, las capibaras no confían en los jaguares, la corriente de los ríos discurre, fiable, siempre hacia el océano (no cambia de opinión).

En resumen, un paraíso.