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«Le llamaban Manuel, nació en España», cantó Serrat después del episodio incalificable de su retirada como representante en Eurovisión, sustituido a última hora por Massiel, que acabó ganando con «La, la, la», canción del Dúo Dinámico. Joan Manuel Serrat había intentado cantar en catalán –pecado imperdonable— y ahora cantaba a España en una canción con la historia de un españolito que vienes al mundo te guarde Dios, como diría Machado. Casa de barro, tierras del señor, olivo del amo, soga de esparto… Serrat siempre ha tenido en sus letras ese contenido un tanto dramático que toca la fibra sensible de los corazones populares, y en ello –además del timbre suave de su voz– puede radicar parte de la clave de su éxito. A lo mejor la otra parte debería de buscarse en su actitud vital, su dignidad mantenida a todo trance, su elegancia y el pelo –la fe– que perdí, mi camino y… mi carreta («Poema de amor»). Y sus ripios, por supuesto: pareados recurrentes (flor/amor, candil/abril, pan/refrán…) «Nació en España… de barro y caña… tras la montaña…». Me olvidaba de las melodías, algunas muy interesantes, como la famosa de «Mediterráneo» o la intimista de «Paraules d’amor»senzilles i tendres. No en sabíem més, teníem quinze anys»). El catalán, como el francés o el inglés, resulta más musical que el castellano –o español-, y el primer Serrat, más natural («Una guitarra»: «Me la van regalar quan em voltaven somnis dels meus setze anys, encara adolescent…»).

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Pero, desengañémonos, si Serrat no hubiera cantado en castellano –o español- difícilmente habría triunfado en Sudamérica, difícilmente habría obtenido el premio Princesa de Asturias, por el que ha vuelto una vez más a la actualidad a sus ochenta años. «Ara que tinc vuitanta anys, ara que encara tinc força…». Creo que fue en el concierto de despedida en Barcelona que alguien le increpó: «¡En castellano!». Menos mal que no le dijeron: «¡En cristiano!» –puesto que al fin y al cabo los catalanes también son cristianos. Entonces él, inteligente, dijo: «Sí, así lo entenderemos todos». Una vez me lo dijo a mí un camarero en el puerto de Ciutadella, me dijo: «Hábleme en cristiano, que, si no, no cena». Se daba el caso de que la terraza estaba llena de ingleses a rebosar, de modo que yo opté por hablarle en inglés, porque resulta que los ingleses también son cristianos. Pero no cené, me fui a otro restaurante. Deduzco que, si Serrat hubiera cantado en inglés, le habrían dado el premio Nobel, como a Bob Dylan.