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En la España desgobernada y vendida por Pedro Sánchez a los enemigos de nuestra Nación, el enfrentamiento político ha alcanzado niveles de agresividad inéditos. En el epicentro de esta tormenta se encuentra Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, quien decidió no acudir a la Moncloa el pasado viernes, como señal de protesta tras los ataques personales dirigidos hacia su círculo íntimo, en especial hacia su pareja, a quien se ha llegado a calificar de «delincuente». Esta decisión pone de relieve un clima de crispación en el que la práctica política ha abandonado el terreno del debate ideológico para adentrarse en el fango de la difamación personal, fango creado y generado por el propio gobierno.

La tensión entre el gobierno de Pedro Sánchez y Ayuso no es nueva, pero los recientes acontecimientos marcan un antes y un después en la política española. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha sido objeto de críticas feroces por parte de distintos Ministros, y del propio presidente del Gobierno de España. Sin embargo, lo que ha provocado la reacción más contundente de Ayuso ha sido el ataque directo a su vida personal, con acusaciones que no solo buscan desacreditarla políticamente, sino también socavar su reputación a nivel personal.

Sánchez y Ayuso | RTVE.ES

El ataque a la pareja de Ayuso, al llamarlo «delincuente», ha cruzado una línea que debería preocupar a todos los ciudadanos, independientemente de su afiliación política. ¿Hasta qué punto es legítimo utilizar la vida personal de un líder político como arma arrojadiza? ¿Es este el nuevo estándar en la política española?

Así las cosas, la respuesta de Ayuso, al negarse a asistir a la Moncloa, es un acto de resistencia que debería interpretarse como una defensa no solo de su dignidad, sino también del respeto en el ámbito político. Es importante recordar que, en democracia, las diferencias ideológicas no deben resolverse a base de insultos ni de acusaciones infundadas. En lugar de fortalecer la convivencia democrática, estos ataques fomentan un ambiente de crispación y división.

Así pues, los recientes ataques a Ayuso parecen ir más allá de una simple divergencia de criterios políticos. Existe la percepción creciente de que estamos ante un acoso sin precedentes y sistemático, orquestado desde el Gobierno de Sánchez, con el fin de desgastar a una de las figuras más influyentes y relevantes del Partido Popular.

En este contexto también los medios de comunicación juegan un papel clave. Algunos sectores mediáticos han amplificado los ataques personales contra Ayuso, alimentando la narrativa gubernamental. Yo me pregunto: ¿Dónde está la responsabilidad de estos medios en promover un debate sano y constructivo? ¿Será que algunos medios dependen, para su supervivencia, de la subvención del gobierno de Sánchez? Sea lo que sea, lo cierto es que algún medio de comunicación se ha convertido en terminal de la factoría del fango con sede en el Palacio de la Moncloa.

Como ya he apuntado, la decisión de Isabel Díaz Ayuso de no asistir a la Moncloa es una respuesta a la estrategia de descalificación personal que parece haberse instalado en la política española por parte del actual gobierno. Pero es, sobre todo, una llamado de atención a todos aquellos que aún creemos en una política basada en el respeto, el diálogo y la confrontación de ideas, y no en la difamación.

Recordar que en la campaña electoral de 2021, la presión sobre Ayuso no disminuyó, sino que se incrementó. Los medios afines al gobierno no dejaron de cuestionar su liderazgo, utilizando cualquier recurso para atacarla, incluso más allá de lo político. Una vez alcanzada la mayoría absoluta en las elecciones, los ataques personales no cesaron; ya lo hemos dicho; su vida privada, relaciones sentimentales y entorno personal fueron objeto de escrutinio público y, a menudo, descalificados sin fundamento.

Recordemos que durante la gestión de la pandemia, el gobierno de Ayuso fue duramente criticado por la oposición y por el propio ejecutivo central. Medidas que, a posteriori, se demostraron efectivas para reactivar la economía madrileña fueron presentadas como irresponsables, e incluso se la acusó de poner en riesgo la salud pública.

Que nadie se llame a engaño. El episodio que afecta a su pareja, es solo el más reciente de una larga lista de ataques personales, que van desde calificativos como «irresponsable», «negacionista», «loca», «genocida»…, hasta el más reciente, llamando «delincuente» a su pareja. Todo ello evidencia que se ha traspasado la frontera de lo ético en la confrontación política.

Este episodio pone de manifiesto también la gravedad de la degradación del debate político en España. Hoy más que nunca, hace falta que recobremos la educación en el debate haciendo de la confrontación de ideas, proyectos y programas un ejercicio de racionalidad y responsabilidad.

Solo así se clausurará la fábrica del «fango monclovita», que se basa en el insulto y la descalificación, del antaño adversario hoy considerado enemigo. De no hacerlo, España dejará de ser ejemplo de concordia y de democracia plena, que fue capaz de transitar de una dictadura a la democracia con fraternal abrazo de las llamadas «dos Españas».