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Apenas quedan ya científicos locos dignos de tal nombre. Se trata de una figura popular del siglo XX, emblemática y casi institucional, porque ese siglo fue el de la ciencia, a diario se descubrían cosas asombrosas, y la gente en general, que había dejado de creer en los sacerdotes, creía mucho en la ciencia. La ciencia iba a salvarnos, descifraba enigmas, resolvía misterios. Y naturalmente, tanta fe en la ciencia enseguida engendró multitud de científicos locos, a cual más pirado. No había relato o película de ciencia ficción, ni siquiera historieta de tebeo, sin su correspondiente científico loco, majara perdido pero sabio, de carácter atrabiliario y ansioso de mejorar el mundo por métodos muy letales. La cultura popular se llenó de científicos locos, algunos terroríficos y otros muy divertidos, como de dibujos animados, pero conforme la ciencia se reducía a tecnología, dando lugar al tópico del informático loco, y luego se fue ablandando hasta ceder el poder científico y el liderazgo del conocimiento a sociólogos, juristas y psicólogos, entre otras disciplinas muy volátiles, la institución literaria del científico loco entró en declive, ya no se lo creía nadie ni era divertido.

Hoy en día no lo encuentras ni en los cómics, y aunque informáticos locos todavía hay bastantes, y la tecnología da más miedo que nunca, no es igual. Dónde vas a comparar a un informático pirado, que suele ser un chaval rarito, con el auténtico científico loco de toda la vida. Y no es que no tengamos sociólogos, juristas, psicólogos y comunicadores más locos que un cencerro, que no hay por dónde cogerlos, pero la gente no llama a eso científicos, por más que se proclamen tales. Los actuales paradigmas de sabiduría del siglo XXI, en el que hasta la economía y la adivinación bursátil pasan por ciencias (¡inversores locos!), no interesan a la gente, nadie se los cree. No hay forma de hacer una peli con un sociólogo loco, por malévolo que sea. Con un informático sí, pero la hemos visto mil veces, y su locura carece de nivel cultural. Ah, cómo echo de menos a los científicos locos. Desaparecen por lo mismo que los poetas locos. Por falta de poesía. A cualquier cosa se le llama ciencia.