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En Menorca, la energía eólica no ha triunfado, al contrario que la solar. Son Angladó, Terra Roja, Santa Rita, Sant Francesc, Son Salomó, Son Escudero, Son Morell, Sa Torre Vella, Ses Comunes, Son Ganxo, S’Era Vella, Es Milocar... Hasta unos treinta proyectos se han puesto sobre la mesa y todos han acabado en la papelera. La mayoría por cuestiones medioambientales, por su impacto sobre el paisaje y por la oposición de grupos de ciudadanos. Así estuvimos años, alguna década, en que esta Reserva de Biosfera, estaba a la cola en generación renovable.

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Hoy, la situación ha cambiado. La generación fotovoltaica es tan importante que hay días en que supera el volumen de energía que llega de la central del puerto de Maó y del cable submarino. Por eso, la propuesta de crear un parque eólico marino (offshore) a 4 kilómetros de la costa de Favàritx con torres que tendrán 310 metros de altura (El Toro tiene 358) llega tarde.    Los números indican que Menorca no necesitará los 180 MW que puede aportar el último proyecto de parque marino para consumo local. Esta energía podría ser una garantía de suministro para la isla en el caso de que se cierre la central de Maó, pero esencialmente la producción estará destinada a otros mercados y precisa de dos cosas importantes: el segundo cable submarino y una ampliación de lo que se está convirtiendo en una mega subestación de Es Mercadal.

Por eso, más allá del impacto paisajístico inevitable, sus efectos sobre el fondo marino y los recursos pesqueros, hay un debate más genérico que es interesante: ¿una isla que es Reserva de Biosfera debe aceptar infraestructuras de producción renovable que no necesita? Otra forma de hacer la misma pregunta: ¿Una isla que es Reserva de Biosfera debe aportar recursos para revertir el cambio climático global que también le afecta? Es decir: ¿hay que mirar hacia dentro o hacia fuera?