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En un mundo más civilizado que el nuestro, primaria la educación al castigo, la convivencia al egoísmo, el respeto a la desconsideración. Sin embargo, estamos a años luz de esta utopía, estamos tan lejos que nos encanta echar la basura a la calle, sin pensar en la imagen, en el olor, en las personas que tienen que recogerla a diario. Probamos sistemas que han fracasado en otros lugares y los queremos vender como la panacea del reciclaje.

El «puerta a puerta» puede funcionar en algunos tipos de urbanización donde el espacio libre de aceras y portales puede permitir habilitar pequeños espacios privados adecuados al almacenamiento de la basura, pero en los núcleos urbanos como los nuestros, es de un retroceso cultural monumental. Si alguien piensa que ver los cubitos en medio de las aceras, tirados por el suelo, en los portales con la bolsita transparente de las cacas y compresas, a las 12 del mediodía vacíos o llenos por la plaza del Carmen, puerta de la ciudad para los cruceristas, colgados como frutas en los árboles de acero inoxidable que alguien se ha inventado, o en los recintos diseñados con fotos de pared seca o del paisaje menorquín, con los camiones a media mañana tocando las narices a todo el que pasea, y siendo un marrón para los obreros que trabajan en estos menesteres, si alguien piensa que esto es progreso, vamos mal, tan mal, que esto acabará como el rosario de la aurora, con un gasto de dinero público, este sí, tirado a la basura sin reciclar.

Pensamos realmente en las personas, cómo viven, cómo trabajan, cómo envejecen, cómo educarlas, o pensamos en la foto que nos pide Europa? Realmente llego a pensar que todo es una mentira, que somos expertos en vender lo que no es (véase Reserva de la Biosfera).

Pero en este escrito me voy a referir al casco antiguo y no tan antiguo de Maó. Un casco urbano poco cuidado en obra pública, hecho a lo baratillo siempre para limpiar la imagen, con decisiones parciales y no globales, con mucha falta de sensibilidad para que nuestra ciudad sea referencia en algo, y encima los cubitos de PVC (debe ser reciclado, supongo, para defender algo). Qué triste, ya no caminamos ni para tirar la basura, los contenedores que quedan son pequeños, difíciles de abrir para niños y gente mayor y llenos de basura de la basura, los de colores llenos a rebosar, y los artistas dejando muebles, colchones y más enseres. Y la solución es eliminarlos, sustituirlos por los cubitos de plástico que nos regalan con chip y bolsas de colores después de subir impuestos. Quitar papeleras porque no hay suficiente personal contratado para cambiar las bolsas, esto se entiende, pero algunos mal educados no lo entienden.

Si en la foto podemos ver basura de la basura (foto 1) en áreas mal habilitadas, con contenedores ya desfasados, mal colocados, y algunos sucios y rotos, nos avergonzamos y tomamos la decisión de eliminarlos, limpiar la acera, tapar la mierda con aparcamientos de bicis o motos y pasar a la fase siguiente de la basura de los cubitos de basura, gran avance en educación social e imagen de la ciudad, pensará alguien.

Y gracias a esta genial idea hemos eliminado el tirar sillas rotas y colchones podridos a la vía pública, pero yo les recomiendo que paseen por rincones del extrarradio y vean la realidad. Estos siguen tirando donde les da la gana, sin utilizar el servicio de recogida o desplazarse a las estaciones de reciclaje. A estos les da igual la mierda, a estos tenemos que educarlos o castigarlos? Quién sabe.

Sí sí, ya estáis pensando que para mí criticar es muy fácil y proponer muy difícil.

Y si se les diera algún dinerito por kilo reciclado, a lo mejor lo tendrían todo limpito sin tener que contratar a nadie. No debe ser legal, digo yo, o hay que licitar algo, o cumplir con las normas impuestas por los países de más al norte de Europa.

Sin irnos muy lejos y ya comentado en un artículo de nuestro mochilero José Barber, en el casco antiguo de Palma de Mallorca, con pequeñas tractoras silenciosas cada día dejan y recogen el tren de la basura con sus vagones de colores, y seguramente con sus cámaras de vigilancia grabando a los señoritos de los trastos, y cada día queda limpia la basura de la basura (foto 2). Y debo pensar, que extraña solución tenerla tan cerca y al mismo tiempo tan lejos sin ser Reserva de la Biosfera.

Pero también soluciones decentes, pensadas y estudiadas para que cualquier persona pueda depositar sus bolsas, proporcionadas a la población, como las que pude ver en Francia (foto 3), o lugares donde en los mismos puntos existen contenedores de colores con bonificaciones, o con bolsitas para las heces de los perros (foto 4). Sin embargo, pocas ciudades, similares a la nuestra habré visto, con cubitos de PVC con bolsitas transparentes o bolsas complementarias fuera de estos cubitos por las calles a todas horas y algún día esparcidas por el viento y las patadas de los borrachos, colgadas de ganchos como antiguamente ataban los caballos, o haciendo árbol de Navidad en las zonas más pobladas.

Solo me queda felicitar a Basurama, un colectivo español que convierte la basura en arte.