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El agua de miles de hogares de Maó suministrada desde la desnitrificadora de Malbúger en ocasiones olía mal, y muchos clientes se quejaron por ello en octubre de 2023. Ahora, casi un año después, salen a la luz los problemas que ha tenido una planta estrenada en 2021, que costó más de medio millón de euros y tiene unos elevados costes de mantenimiento; sobre todo porque no ha acabado de funcionar bien, la concesionaria ha ido haciendo ajustes que también han subido los gastos. Hidrobal ya dice en su famoso informe, ese que se quedó en los asuntos pendientes de la Concejalía de Urbanismo y Ciudad porque era agosto, que pasará la minuta al Ayuntamiento.

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Faltan muchas explicaciones sobre este asunto. Además de no poder mantener el agua en un nivel constante de nitratos inferior al que se considera pernicioso para la salud, Hidrobal afirma que «no se puede asegurar la desinfección del agua en los puntos finales de la red». Nadie ha aclarado a qué se refiere esta conclusión del informe exactamente, ni por qué ningún responsable técnico de la empresa ha salido a explicarlo a la población, más allá de las declaraciones del alcalde y su concejala, que dicen conocer el 26 de septiembre un informe firmado el 21 de agosto.

Todo ello se resume en una comunicación confusa, cuando tienen entre manos un tema vital de salud pública como es el agua de consumo humano; y desde luego es una negligencia que un informe de este calado se quede atascado en el limbo de expedientes, algo que por lo visto tampoco es tan infrecuente. Como la propia concejal Dolores Antonio declaró, esto ha sido una cadena de «catastróficas desdichas», pero eso no exime de asumir responsabilidades. Ya sabemos que la confianza tarda años en construirse y se destruye en segundos, así que de momento los ciudadanos seguirán comprando garrafas, enriqueciendo el negocio de embotellar y vender el elemento más básico para cualquier ser vivo.