El tipejo que inventó lo de las vacaciones fue cruel, despiadado y desalmado. Sí, sé que pensarás que me estoy volviendo loco, pero si lo piensas en frío verás que, en parte, tengo algo de razón. Ponte en situación, si tienes un trabajo habitual (porque si pongo normal habrá quien se ofenda) aspiras a tener un mes de vacaciones, que habitualmente suele coincidir con el mes de agosto. Unos 30 días de no pensar en absoluto en las rutinas del día a día y en los que aprovechas para hacer menos de lo que hacías ya que a las cosas que no haces durante 11 meses del año porque no tienes tiempo, le sumas que ese mes que si tienes tiempo, no tienes ganas.
Pero, a lo que íbamos. ¿Por qué me parece una crueldad lo de las vacaciones? Porque son cortas, saben a poco y, en muchos casos como el mío, cuando regresas las obligaciones se han duplicado, triplicado o quintuplicado. A los que tenéis la suerte de que haya alguien que tire del carro cuando no estáis cubriendo vuestras espaldas os diré que no os quejéis, porque los que estamos huérfanos de compadres que apechuguen con los deberes, el primer lunes después de la desconexión es un martirio.
Habrá algún autónomo o autónoma como yo que piense que tener días libres entre semana sirve de poco porque, en realidad, tienes un día menos para hacer lo que tienes que hacer para esa semana con el consiguiente de que vives dos lunes, en los que cuesta arrancar, y dos viernes en los que es casi imposible arrancar. No es eficiente ni eficaz.
Pero el chaparrón que te viene encima cuando vuelves de vacaciones es considerable. Pasas de no hacer nada y tener que hacerlo todo sin ningún tipo de periodo de adaptación. En seco y en frío, para que duela, mientras piensas que el trabajo no compensa, y que te sobra mucho mes al final del sueldo.
Lo admito, no tengo la solución. Las vacaciones son necesarias en cualquier época del año. Poder mandar a tomar por saco a quien no lo puedes hacer durante el resto del curso, es una sensación que no se paga con dinero, ni con tiempo libre. Es una pequeña ilusión que te motiva el resto de tiempo hasta que vuelve a llegar el mes de agosto o el que sea en tu caso. Esa delicia que supone apagar el ordenador sin pensar en lo que queda y enfocando únicamente en lo que está por venir...
A estas alturas del mes de septiembre ya se te habrá pasado la morriña del primer lunes de regreso y aunque esta columna no te sirva de mucho nos queda el consuelo de que mientras la estás leyendo el tiempo avanza y ya queda menos para que vuelvas a ese delicioso estado catatónico de no hacer nada.
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