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Un tabú es una restricción social en torno a un tema, entre otras cosas. Entre nosotros existen multitud de tabúes, uno de ellos relacionado con la muerte. La misma palabra «muerte» puede considerarse en cierto modo un tabú. No solemos usarla directamente, sino que tendemos a sustituirla por eufemismos. No decimos «se ha muerto», sino «ha partido», «se ha ido», «nos ha dejado», «ha dejado este mundo», «ha pasado a mejor vida», «un año sin él o ella», etc. Y sin embargo todos sabemos que tenemos que morir, que la muerte es en realidad el final de todas las historias. Claro que según qué religión profesamos, la muerte no se ve como algo definitivo, sino como un paso a otra clase de vida, y en ese sentido un buen epitafio sería lo que ponen ahora las series y Best Sellers: «Fin de la primera parte». La primera parte sería nuestro paso por la tierra, la segunda… Para algunas creencias incluso habría una tercera, una cuarta y varias partes más en algo así como un eterno retorno. En fin, para los escépticos no vale nada de eso, sino regresar a la tierra y se acabó. Pero para ellos también rige el tabú de la palabra «muerte» puesto que existe la expresión eufemística «ir a criar malvas». (Las malvas son plantas comunes en los cementerios)

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Debe de ser un instinto de supervivencia, porque lo cierto es que no pensamos en el morir. Y sin embargo vemos «partir» a muchos de nuestra misma edad y no siempre se nos ocurre que pronto nos puede tocar a nosotros y que nos tenemos que preparar porque como dice el proverbio «cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon la tuyas a remojar». Algunos están tan poco preparados que ni siquiera tienen una tumba donde ser enterrados, y desde luego pocos hacen el testamento vital para el caso que sufran una enfermedad terminal y queden incapacitados para tomar decisiones. Otros están tan desvalidos que en el caso de necesitar cuidados no tienen presupuesto para pagarlos, y entonces la burocracia para ingresar en servicios de convalecencia o en residencias es poco menos que kafkiana, los hospitales no dan para acoger a tantos pacientes y morirse en casa —si es que tiene uno casa—, sin medios técnicos ni humanos de atención al enfermo puede ser muy doloroso, empezando por el propio afectado. Entonces la gente suele decir que lo mejor es una muerte instantánea, a poder ser en cama y durmiendo, sin sufrir ni hacer sufrir. A eso se le debe llamar «la suerte de morir», pero ya sabemos que uno no se muere como quiere, sino como puede.