Hay quienes no quieren que el teatro pase de ser mero entretenimiento. Es una opinión que hay que respetar, por supuesto, pero no necesariamente compartir y mucho menos apoyar. Limitarlo exclusivamente a eso es negar la realidad de un arte que lleva más de 2.500 años cuestionándonos, haciéndonos preguntas, obligándonos a pensar. Porque esa es la responsabilidad del teatro: cuestionarnos, cuestionar nuestro mundo y nuestra forma de relacionarnos con él. Un teatro que no escandaliza, que no cuestiona, que no nos remueve de nuestros asientos, que no agita nuestros pensamientos, que no nos hace sentir bien, mal, alegres, tristes, felices o jodidos, no pasa de ser simple entretenimiento. Existe la percepción de que los dramas son teatro aburrido, teatro que no todo el mundo está dispuesto a ir a ver. «Ya tengo bastantes problemas en mi vida como para que vengan estos a plantearme más», suelen pensar los que jamás pisan este tipo de teatros, los que eligen no pensar, los que solo quieren pan y circo, los que temen el pensamiento crítico y la libertad.
El papel del teatro
12/09/24 4:00
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