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Enlazando con el contenido de lo dicho en la primera parte, reitero que la Guerra Civil Española es un período marcado por la brutalidad y la devastación, donde la violencia alcanzó niveles de crueldad inimaginable en ambos bandos. Además de los actos mencionados anteriormente, hay otros episodios que reflejan la magnitud de la represión en la zona republicana, bajo el control del Frente Popular, y que también deben ser recordados para comprender plenamente el horror de aquellos años.

Uno de los episodios más trágicos y emblemáticos de la represión republicana es la masacre de Paracuellos del Jarama. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1936, miles de prisioneros, entre los que se encontraban militares, civiles, mujeres y niños, fueron ejecutados en las afueras de Madrid. Bajo la supervisión del gobierno republicano, y en particular del dirigente comunista Santiago Carrillo, estos prisioneros fueron sacados de las cárceles y trasladados a Paracuellos, donde fueron fusilados y enterrados en fosas comunes. Este episodio es uno de los mayores crímenes de guerra cometidos en la retaguardia republicana y ha sido objeto de intensos debates históricos y políticos.

El llamado «Tren de la Muerte» de Málaga es otro ejemplo de la violencia extrema que se vivió durante la guerra. En febrero de 1937, tras la caída de Málaga en manos de las tropas franquistas, «miles» de personas intentaron huir por carretera hacia Almería, en lo que se conoce como la «Desbandada».

Durante este éxodo, fueron atacados por las fuerzas aéreas y navales franquistas, causando algunos «centenares» de muertos y heridos -decir que esta cifra de «centenares» está en plena discusión por parte de reputados historiadores, no entraré en discutir números-. Sin embargo, antes de esta tragedia, los prisioneros franquistas que intentaban escapar en tren fueron interceptados por milicianos republicanos y asesinados de manera brutal en las inmediaciones de la ciudad. Este suceso refleja el grado de odio y venganza que dominaba ambos bandos en la guerra.

Otro aspecto sombrío de la represión republicana fueron las «checas», centros de detención y tortura establecidos por las milicias y organizaciones de extrema izquierda en las principales ciudades bajo control republicano, como Madrid, Barcelona y Valencia. En estos lugares, miles de personas sospechosas de simpatizar con el bando franquista, católicos, miembros de la burguesía y otros considerados enemigos de la revolución, fueron detenidos arbitrariamente, torturados y, en muchos casos, ejecutados sin juicio previo. Las checas se convirtieron en símbolos del terror rojo y dejaron una marca indeleble en la memoria de aquellos que sobrevivieron o perdieron a sus seres queridos en esos lugares.

Está claro, al menos para mí, que la memoria de estos crímenes no debe ser utilizada para justificar otros actos de violencia, sino para recordar la deshumanización que puede ocurrir cuando el odio y la venganza dominan una sociedad. En ese sentido, es fundamental recordar que, después de la muerte del dictador, España vivió un proceso de transición hacia la democracia que fue un ejemplo de reconciliación y espíritu de concordia.

Durante la Transición, los líderes de los diferentes partidos políticos, tanto de la izquierda como de la derecha, acordaron dejar atrás los rencores y trabajar juntos por un futuro de paz y democracia. La Ley de Amnistía de 1977 y la Constitución de 1978 fueron fruto de este consenso y sentaron las bases para la convivencia pacífica en España.

Es importante que, al reflexionar sobre los horrores de la Guerra Civil y sus consecuencias, se recupere ese espíritu de reconciliación. La memoria histórica debe servir para unir, no para dividir. Recordar a todas las víctimas, sin importar su bando, y reconocer los errores del pasado es esencial para construir un futuro basado en el respeto mutuo y la convivencia pacífica.

España ha avanzado mucho desde aquellos tiempos oscuros, y hoy en día es una democracia consolidada, a pesar de verse amenazada por las irresponsables políticas de pactos llevados a cabo por Pedro Sánchez, con los partidos enemigos de España que solo buscan la división y el enfrentamiento entre españoles y sus territorios, para mantenerse en el poder y segur durmiendo en la Moncloa.

Que nadie lo dude, para seguir avanzando, es necesario mantener vivo el recuerdo de los horrores del pasado, pero también es crucial hacerlo con un espíritu de reconciliación, evitando que el odio y la división vuelvan a separar a la sociedad. La lección más valiosa que nos deja la historia es que la paz y la concordia son el camino para un futuro mejor para todos. No lo estropeemos.