Tiritas
Que una se acostumbre a todo no significa, ni de lejos, que aquello a lo que se acostumbra sea bueno. Una dice que se acostumbra a todo a pesar de lo que sea. De lo contrario, utilizaría otra expresión. Lo que ocurre es que, generalmente, aquello a lo que nos acostumbramos se convierte en algo normal. Y lo aceptamos aunque nos parezca horrible. Por poner una ejemplo, lo podríamos equiparar a cosas difíciles de aguantar, como unos zapatos que nos quedan estrechos. ¿Qué hacemos? Nos ponemos tiritas en los sitios donde se nos han hecho las heridas y ya está. Llega un día en que ni nos acordamos de las tiritas. Y ya nos parece que lo de las tiritas es lo lógico. Ya no constituye una molestia. Pues este ejemplo de los zapatos se puede extrapolar a otras cosas de mayor enjundia. Las hay a miles. En realidad, nos pasamos todo el día acostumbrándonos a cosas. Y lo hacemos con una soltura de manual. Da igual lo que sea. A ver guerras en directo ya estamos muy hechos y, además, en las horas de las comidas. En realidad, esto nos curte, nos hace fuertes como un guerrero shawnee o como John Wayne atravesando el desierto como un centauro en busca de su sobrina raptada. Dios mío, qué fácil nos resulta ver filas de niños amortajados. También nos hemos acostumbrado a que se nos mienta por sistema.
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