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Este va a ser sin duda el verano en el que la basura es la protagonista, eso de no poder meterla en un contenedor y que desaparezca de nuestra vista sin dar más molestias es un quebradero de cabeza. Ya lo dijo en febrero la ahora exalcaldesa de Ciutadella, Juana Mari Pons, que el nuevo sistema de recogida puerta a puerta sería, y cito textualmente, «un nido de ratas y suciedad», y ahora, con los contenedores que quedan en el levante insular desbordados y bolsas de residuos en papeleras, hay que reconocer que el tiempo le da la razón. Son las propias empresas de desratización las que aseguran que los roedores proliferan y que, aunque se debe a múltiples factores, la basura en las puertas actúa de reclamo.

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Pero lo que más molesta es hacer el esfuerzo de seleccionar en origen y pagar por ello, porque habrá una tasa municipal; cargando con una culpa que no solo es del consumidor sino también, y sobre todo, de las grandes empresas generadoras de plásticos que se van de rositas –ahí tenemos las petroquímicas de Tarragona vertiendo pélets sin que se les multe–, para luego ver cómo todo se mezcla en un camión, cartón y orgánico, por la mala praxis ratificada por el Consorcio de Residuos de la contrata del servicio, FCC. Es absolutamente desmoralizador, da fuerza a la teoría de que al final reciclar no sirve y el Consell y los ayuntamientos deben exigir y vigilar que algo así no suceda más. Hay dudas razonables sobre si se trata solo de un caso puntual, como ese vídeo circulan otros en las redes, colgados por ciudadanos, en los que se aprecia el interior de áreas de aportación a reventar de residuos por todas partes, donde ya nada está separado y realmente parece difícil que los operarios puedan hacer correctamente su trabajo. Estamos en la fase 6 de implantación, a partir del otoño vendrán las grandes barriadas que faltan de Maó. Tal vez valga la pena que el Consorcio escuche a los municipios que no confían en este sistema y evalúe si es viable un cambio para mejorarlo.