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Esta nueva era en la que vivimos nos trae cambios y retos enormes que nos generan incertidumbre, y que debemos aprender a manejar mientras se nos exige una fortaleza de espíritu y un positivismo muy difíciles de mantener. Más allá de la inquietud por la situación sociopolítica, vivimos en una sociedad cimentada en un ecosistema digital sobre el cual existe una amenaza real que puede colapsar nuestras vidas. Desde hace tiempo se especula sobre la posibilidad de sufrir un «apagón» de energía a gran escala. Los expertos en el tema sostienen que la duda no es si ocurrirá, sino «cuándo ocurrirá».

A ese apagón está inexorablemente unida la caída de Internet, que es «una criatura altamente vulnerable», según reconoce Vinton Cerf, uno de sus padres. La caída de Internet no solo significaría quedarnos sin un componente esencial de nuestro sistema de comunicaciones, sino también de información y trabajo. Pero la caída del sistema informático puede producirse incluso sin un apagón eléctrico, como sucedió el pasado 20 de julio, con el fallo de CrowdStrike y la caída de Microsoft, un problema que afectó a casi todo el planeta conectado.

Volviendo al fenómeno del gran apagón, es importante recordar que no es algo nuevo. Ha ocurrido a lo largo de la historia en numerosas ocasiones y conocemos sus consecuencias. El más notorio fue el apagón de 1977, cuando Nueva York quedó a oscuras durante 25 horas. Pero los más recientes se produjeron en 2023 cuando un fenómeno meteorológico extremo dejó sin electricidad a más de 600.000 hogares en Quebec, con adicionales en otras regiones; en el mismo año Taiwán sufrió una desconexión eléctrica que afectó a 8,46 millones de consumidores; también en el mismo año, en Francia, 3,4 millones de clientes se quedaron durante 3 días sin energía. Pakistán, India y China se suman a esta lista en ese mismo año. Argentina sufrió en 2019 uno de los apagones más impactantes. Aunque fue intermitente, rozó los 300 días.

Ya sea por un «gran apagón eléctrico» o por la caída de Internet, queda evidenciada la fragilidad del sistema digital, lo que nos coloca en una situación crítica, donde enfrentaríamos una serie de problemas significativos que afectarían a diversas áreas de nuestras vidas y de la economía global.

NO SOLO LAS COMUNICACIONES, como correo electrónico, mensajería, whatsapp, videoconferencias etc., se suspenderían, también las transacciones bancarias, los pagos electrónicos o las operaciones bursátiles se detendrían. Infraestructuras de energía y agua, transportes, hospitales y clínicas, respuesta a emergencias, educación, investigación y desarrollo, plataformas de ocio y entretenimiento quedarían fuera de uso.

Restaurar los servicios después de una caída masiva requeriría enormes esfuerzos coordinados y podría retrasarse considerablemente, por lo que la caída de Internet tendría un impacto devastador en múltiples aspectos de la vida diaria y la economía mundial, subrayando la importancia crítica de esta infraestructura en la sociedad moderna.

Además de este gran parón de la humanidad a causa de la caída del sistema, estamos expuestos al cibercrimen. En 2023, se reportó que aproximadamente el 66 por ciento de las organizaciones a nivel mundial experimentaron al menos un ataque de ransomware exitoso. Además, se estima que el 84 por ciento de las organizaciones se enfrentaron, al menos, a un ataque basado en phishing, lo que subraya la prevalencia y efectividad de este tipo de ciberataques. Estos datos reflejan la creciente amenaza del cibercrimen y la necesidad urgente de mejorar las medidas de seguridad cibernética en todos los sectores.

Estos ciberataques no solo son comunes, sino que también son cada vez más costosos y difíciles de manejar. En particular, las empresas han visto un aumento significativo en los costes asociados con la recuperación de datos y la mitigación de estos incidentes. Es crucial que las organizaciones inviertan en tecnologías avanzadas de seguridad y capaciten a su personal para reconocer y responder a estas amenazas de manera efectiva.

Por otro lado, en el mundo hay 14 guardianes de Internet, divididos en dos grupos de siete personas. Estos guardianes son seleccionados por la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN). Su principal responsabilidad es mantener y proteger el sistema de nombres de dominio (DNS) mediante una serie de ceremonias de firma de claves que se realizan cada tres meses. Se trata de un sistema complejo que asegura que ninguna persona tenga el control absoluto sobre una clave, minimizando el riesgo de comprometer la seguridad de Internet. Esta estructura de múltiples capas de seguridad es fundamental para preservar la confiabilidad y la estabilidad del sistema global de nombres de dominio.