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Y no, no es el famoso hilo rojo del destino ni del amor sino el de la informática. Ahí es donde estamos todos realmente conectados estos días. El viernes pasado, mientras en el Ayuntamiento de Ciutadella se consumó la moción de censura que arrebató al PP la alcaldía y el ambiente estaba más que caldeado, el mundo entero también temblaba pero por un apagón informático, el de mayor calibre que se ha vivido hasta la fecha.

En el aeropuerto de Menorca sacaron pizarras y lápices, esos maravillosos útiles analógicos que nos devolvieron al pasado cuando los modernos paneles digitales y los ordenadores se colapsaron. Lo cual da para pensar un buen rato, de cómo nos podríamos arreglar ahora sin darle a un mágico botón que pone en funcionamiento miles de millones de conexiones, de las cuales no somos ni remotamente conscientes; ahora que nos cuesta hasta retener una cita en el calendario o un número, porque ya lo hace por nosotros nuestro teléfono inteligente. Y sobre lo frágil que es todo el sistema, esa aldea global que anticipó McLuhan en comunicación y que ahora es ya la vida cotidiana.

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Un error de actualización de un antivirus de la firma CrowdStrike, que se usa en ordenadores con el sistema Windows de Microsoft, puso todo patas arriba. Esa es la versión oficial, cuesta creer semejante fallo, que encima ha facilitado la actuación de piratas para timar en la red. Pero ha sido posible, afectando a transporte, sanidad, comunicaciones y transacciones financieras. No puedo evitar imaginarme  un ‘corralito’ planetario que nos podría dejar sin dinero en efectivo con el clic de un malvado; otros se preguntan qué hubiera ocurrido si funcionara la torre de control virtual en el aeropuerto, buena cuestión, porque de momento se ha suspendido hasta tres veces la adjudicación del contrato, por algo será.

Como lección, creo que no deberíamos delegar tanto nuestras facultades humanas. Acuérdense de HAL 9000, el ‘amistoso’ y rebelde computador de 2001: una odisea del espacio.