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No pongo en duda su capacidad política, pero es evidente la quiebra física y síquica del presidente Joe Biden (81 años), empeñado en seguir como primer mandatario de EEUU.    El 27 de junio en el debate con Donald Trump (78 años), tuvo lapsus clamorosos, luego dijo que venía de darse una vuelta por el mundo…    y que en el debate «casi se duerme», una excusa que en vez de echarle agua, echó gasolina a un fuego que ya no hay bomberos suficientes para apagarlo. En la Cumbre de la OTAN, 11 de julio, tuvo otro de sus desastrosos traspiés, cuando llamó «presidente Putin» al mandatario de Ucrania Volodímir Zelenski. Ustedes ya se hacen cargo de que este tipo de lapsus causan estupor, sobre todo cuando los tiene el presidente del país más poderoso de la Tierra, un hombre al que los años le están pasando una implacable y demoledora factura. No es posible en un país como EEUU con más de 300 millones de habitantes que solo haya dos yayos que se postulen para el despacho oval, además de arrastrar sus particulares mermas, que no son pocas.

Por cierto, mientras escribía este artículo, me sorprende la noticia de que Donald Trump ha podido tener un atentado en Butler (Pensilvania). El presidente Biden pretende otros cuatro años como máximo    mandatario, a pesar de las voces, incluso de su propio partido, que le    piden que lo deje. No podemos olvidar que bajo su control está un terrorífico arsenal nuclear, más que suficiente para dejar a este planeta convertido en un solar.

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Dicen quienes saben estas cosas, que su sustitución más factible sea Kamala Harris, que cumplirá 60 años dos semanas antes de las elecciones, pero para eso, dicen, no puede o por lo menos no debe dilatar más su decisión. Piensen que agazapado en la batalla presidencial está Donald Trump, que tiene tres años menos que el actual presidente, hombre de lenguaje rudo, más bien barriobajero. Hay cosas que un hombre jamás debe decir sobre una parte muy concreta del cuerpo de la mujer, y por supuesto menos aún si se postula para presidente de un país que, por cierto, el Sr. Aznar no cayó en la cuenta y que si hubiera buscado en él armas de destrucción masiva, seguro que las habría encontrado.    Ya me lo decía mi abuelo: «no busques algo donde no está».    Por otro lado, convendría que el presidente Biden tuviera a bien considerar que no está «el horno para    bollos». Vivimos tiempos revueltos, algunos exaltados o quizá bien informados, hacen percusión con sus tambores de guerra, vaticinando que estamos a muy pocos telediarios de otra guerra mundial (Dios no lo quiera).

Volviendo por el camino que llevaba, ahora resulta que va a ser verdad que en todas partes cuecen habas. El Tribunal Supremo otorga a Trump inmunidad presidencial. Los señores jueces de todo el mundo hacen verdaderos malabarismos a la hora tan preocupante de conceder o negar, qué les voy a decir a ustedes, teniendo en casa como tenemos todo ese galimatías del procés con Puigdemont incluido.    El que se extrañe de lo que acaba de «sacar de la chistera» el Tribunal Supremo respecto a Trump, debe ser un recién llegado. A mí ya no me extraña nada, incluso si me dicen que el mundo no es más que una gigantesca patata, me lo creeré.    Otras cosas me tengo que tragar que tampoco son poca cosa.