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La moda tiene su vertiente frívola pero nadie duda a estas alturas de su peso en la industria y de su papel como reflejo de los cambios sociales, económicos, políticos y culturales. Recordemos por ejemplo el retroceso radical en la libertad para vestirse en países como Afganistán, cuando irrumpió el régimen talibán; impacta ver las imágenes de mujeres afganas de los años 70 con minifaldas mientras ahora deben ir cubiertas de la cabeza a los pies, solo un ejemplo de la cárcel en la que se ha convertido sus vidas. O pensar en el luto largo y riguroso del que se vestían las mujeres en nuestros pueblos ante la muerte de un familiar, siempre ellas las más castigadas, ese color, ahora sinónimo de elegancia, convertido en símbolo de reclusión, de aislamiento.

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La moda y su evolución en Menorca, entre 1850 y 1930, protagoniza una exposición que abre sus puertas en Can Victori en Maó, organizada por el Archivo de Imagen y Sonido, y que podrá visitarse hasta finales de año. Las fotografías expuestas son de las más antiguas que se conservan en el archivo insular y, como bien explican los impulsores de la muestra, la mayoría fueron hechas en estudios y galerías, porque solo las personas pudientes, los burgueses, tenían acceso a seguir la moda y por supuesto a fotografiarse para la posteridad. La clase trabajadora no podía preocuparse de vestir a la última, su ropa era sencilla y había que darle mucho uso.

Tuvieron que pasar muchos años para que llegara la revolución del sector, el prêt-à-porter, la liberación de atuendos incómodos y opresores para la mujer, la minifalda de Mary Quant, las prendas masculinas de CocoChanel, o el primer bikini. Ahora se convierte en moda la ropa de trabajo, los rotos y remiendos, las expresiones de rebeldía, todo se pasa por la batidora de las tendencias. Qué interesante poder recuperar cómo se vestían los menorquines de antaño, de la moda romántica al modernismo o los locos años 20, cómo interpretaron el estilo de su tiempo.