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Han tardado más de un lustro en ponerse de acuerdo en la obligación constitucional de renovar el CGPJ. La ciudadanía ha sentido la vergüenza que les ha faltado a los dirigentes políticos ante semejante comportamiento y encima, si por fin han llegado a un acuerdo, han sido presionados desde Europa, asombrada ante la tozudez política española, viéndolo como algo decimonónico. Pero fíjense que les digo que aún no las tengo todas de que el tal empecinamiento haya terminado para iniciar una nueva etapa y esta vez sí, más liberada de obstáculos. Porque vamos a ver, el trabajo de juez, como no debe de ser de otra manera, consiste en aplicar la ley que en nuestro país está recogida en el Código Penal. Por consiguiente, ¿a qué viene tanto interés de nombrar a los jueces?, ¿acaso algunos políticos creen que unos determinados jueces van a ser más benevolentes a la hora de juzgar sus tropelías al Código Penal? Desde la más elemental profesionalidad, eso no puede ni debe darse bajo ningún concepto. Aunque aclarándome que eso sea así, cabe añadir que en principio todo juez es un buen juez. No sé entonces a qué viene la advertencia de que hay que buscarse un buen abogado, lo que hace falta es un buen juez.

Después de un sinfín de reuniones, PP y PSOE parece que han llegado a un acuerdo. Me viene a la memoria lo de los cardenales a los que se les suponía los hombres más inteligentes en aquellos tiempos. Con todo, tardaron casi tres años con sede vacante pontificia a la muerte del papa Clemente IV, hasta elegir a Gregorio X en la ciudad italiana de Viterbio. La inteligencia, por lo visto, no hace a los hombres más rápidos pero sí más recelosos, más desconfiados, más exigentes y por eso, precisamente, acaban siendo más absurdos. Nosotros no hemos tenido la justicia en «sede vacante», pero sí más desasistida mientras el personal asombrado quitaba y daba razones sin saber a ciencia cierta cómo era posible que fuera legal que se ocuparan tan altos cargos y se supone que bien remunerados, durante cinco años y pico después de haber cumplido el plazo para el que fueron elegidos. Dejémoslo en una anomalía democrática, por no querer meterme en un jardín. En cualquier caso un hecho impropio de una democracia firmemente consolidada y escrupulosamente respetada que no ha sido así precisamente por aquellos que se les supone adalides de la ley, que han ocupado fuera de plazo el Consejo General del Poder Judicial más de cinco años, algo difícil de explicar para que un ciudadano sencillo y normal logre entenderlo. Fíjense ustedes que entre otras mermas, el bloqueo al que ha sido sometido el alto organismo, ha dejado sin cubrir un centenar de puestos. Pues ya lo ven ustedes, ante tal comportamiento no va a pagar nadie, ni siquiera una simple sanción oral: «con más justo menester falla el hombre y la mujer y el código los castiga».

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Aquí si la haces, no la hagas pequeña porque entonces la justicia o los mandamases te tomarán interés. De hacerla, hazla gorda, como los del procés, que al final todo lo que hicieron, que no fue precisamente poco, está quedando en «agua de borrajas», como si no hubieran hecho otra cosa que una broma.

Cada vez me cuesta más eso de que la justicia es igual para todos. Me viene a la memoria que una mañana en una recta en ese momento sin tráfico, iba yo completamente solo, por lo visto, pisé una línea continua y la guardia civil de tráfico me puso 15.000 pesetas de multa. Ahora tengo que creer que pisar una línea continua es mucho más grave que todo lo que originaron los del procés. Dicho de otra manera, organice usted un procés pero no se le ocurra pisar una línea continua. Guárdese de eso como de mearse en la cama.