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He pensado entrevistarme a mí mismo, más que nada para darme tiempo a elaborar las respuestas: a bote pronto soy propenso al caos.

-¿Se considera usted diletante de derechas o de izquierdas?

-Ser diletante me proporciona la oportunidad de observar. Mi conclusión provisional con respecto a las derechas y las izquierdas es que tal eje divisorio es una chorrada (perdóneme el atrevimiento), destinada a estabular fieles. No dividiría yo el universo social entre progresistas (tipo Puigdemont -disculpen de nuevo el guiño irónico que tanto consuelo aporta al contribuyente burlado-) y fachoesféricos (el resto del cosmos, por así decir), sino que trazaría la frontera verdaderamente relevante entre los que pagan el festival y los que festejan a expensas de los pagadores. Estos últimos hablan mucho, resuelven poco, medran lo que pueden usando sus cargos, pontifican, venden la especie de una supuesta vocación de servicio, aplauden acríticamente cualquier discurso del amo y a veces (los más fieles) caen del lado bueno en alguna puerta giratoria. Este grupo, sea de izquierdas o de derechas (le llamaremos grupo A) vive a costa del grupo B (trabajadores, empresarios, autónomos, funcionarios …) que son exprimidos (mediante una creciente presión fiscal) hasta límites delirantes.

-¿Es usted, entonces, de los que piensan que no debería haber impuestos? Un ultraliberal, digamos.

-No creo que el mercado actuando a sus anchas solucione los problemas. Los relatos de Dickens describen bien los excesos en que suele caer el capitalismo si le dejas a su bola. El estado y los impuestos son posiblemente necesarios, pero no lo es seguramente un estado obeso ni unos impuestos confiscatorios cuya recaudación acaba siendo dilapidada por una panda de vividores, de corruptos, de chiringuitos, de subvenciones opacas, de coches oficiales, de asesores, de hermanos pillones y de compromisos turbios adquiridos con personajes, países o empresas.

-¿Qué acciones emprendería si fuera elegido presidente del gobierno?

- Sin duda mi primera decisión sería dimitir. Por dos motivos; en primer lugar detestaría vivir rodeado de oportunistas postrados en patética y perruna adoración, obligado a engañar día y noche a quienes me votaron y dependiente del visto bueno de los verdaderos amos (habitualmente chungos).

En segundo lugar, renunciaría al cargo porque no tengo idea de cómo solucionar los problemas gordos que nos amenazan.

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-¿Como cuáles?

-Las pensiones, la inmigración, la independencia y límites de los tres poderes, la inseguridad, la educación, el futuro del empleo (Inteligencia Artificial mediante)…

-Y si usted no sabe cómo solucionar estos problemas, ¿Cómo es que critica al Gobierno?

- En primer lugar mi oficio no consiste en eso; más modestamente sirvo comidas. El suyo sí, cobran por ello y tienen unos privilegios a los que bien cuidan de acogerse.

En segundo lugar, si bien ignoro cómo encarrilar un futuro libre de injusticia, sé con certeza que la manera en que hoy día se abordan estos temas es perfectamente irracional:

Si un okupa no puede ser desalojado de inmediato de una propiedad ajena, muy al contrario, el agredido propietario debe pagar los gastos de luz, agua etc, indica que la sociedad que permite esto está algo tarada. Si un delincuente puede reincidir en un delito cuarenta veces, ser llevado a comisaría y posteriormente puesto en libertad otras tantas veces, debería animar a dicho sujeto a wasapear a sus amigos chorizos y decirles: «colega, vente para España, que son subnormales».

No sé si el sistema americano u otro que desconozca sean ideales para elegir a los jueces, pero sí sé que el sistema español es malo y nos puede conducir a que el presidente del gobierno maneje los tres poderes (y el cuarto, que caería por su propio peso del lado del puto amo).

Por otra parte, las pensiones se vienen financiando con deuda, y si la esperanza se deposita en que los inmigrantes (la inmensa mayoría sin trabajo) contribuyan a sostenerlas, eso se llama hacer trampa en el solitario.

Me despido declarando: cada semana aparecen nuevos millonarios sospechosos. No es magia: es tu pasta.