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Sí, a veces hay buenas noticias. Aunque esta surja de una mala, porque aquella detención nunca debió producirse. Hoy hay una resolución que refleja un pequeño triunfo de la libertad de expresión, pero es una gota en un océano de agua contaminada por las cloacas de los poderes. Porque Reporteros Sin Fronteras (RSF) nos lo recuerda cada año en su riguroso informe: en 2024, en 135 de 180 países la libertad de prensa está amenazada: con problemas significativos (50) o en situación difícil (49) o muy grave (36). Solo están en «buena situación» 8, todos ellos en Europa. España en el puesto 30, situación «más bien buena». Más de 500 periodistas siguen encarcelados en el mundo, según la Federación Internacional de Periodistas (FIP), si es que no han sido asesinados como pasa en México casi a diario, o con los más de 100 periodistas muertos en Palestina, o con nombres propios a los que ni el prestigio profesional ni el amparo de un medio de reconocimiento internacional ha podido proteger.   

Julian Assange ha sido liberado después de 12 años privado de libertad por denunciar crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos. Siete años sin salir de la embajada de Ecuador en Londres y cinco en una cárcel de extrema seguridad en Reino Unido, en una celda de 2,3 metros y aislado 23 horas al día. No sé si somos conscientes de su valiosa aportación, no solo por contar y defender la verdad, sino por haber soportado un calvario que hoy nos hace más libres a todos. La humanidad debería mostrarle gratitud por su sacrificio personal para la gran contribución social que supone sacar a la luz delitos de Estado y denunciar irregularidades. La retirada de 17 de los 18 cargos a los que se enfrentaba aporta cierta credibilidad a la justicia, otorga confianza a la presión popular y garantía a la labor periodística y la protección de fuentes. Las filtraciones no son perversas, como quieren hacernos creer con amenazas y legislaciones coercitivas; en ocasiones son actos heroicos porque constituyen la única vía para destapar corrupción e ilegalidad.

El apoyo de organizaciones, como la FIP o Amnistía Internacional, ha sido fundamental para poner fin a uno de los procesamientos más aberrantes y eternos de la historia reciente, y a todos esos activistas con ideales les debemos hoy la celebración del triunfo de la sensatez y la justicia ciudadana. Como dice RSF, «a escala mundial, se impone una constatación: la libertad de prensa está amenazada por los mismos que deberían ser sus garantes: las autoridades políticas». Hay que exigir la protección del cuarto poder, sabiendo que todos deben estar al servicio del quinto, que no es otro que el de la sociedad. Felicidades y gracias, Julian Assange.