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El momento de ira de Gabriel Le Senne, la rabia contra la imagen de Aurora Picornell ha consagrado el mito de la sindicalista violada y asesinada. El president arrancó su foto para que desapareciera del Parlament y logró que Picornell haya presidido la Cámara balear durante toda esta semana y, si no fuera porque acaba el periodo de sesiones, seguiría presidiéndola varias semanas más. La imagen que ha dado Le Senne, probo señor del centro de Palma, ha salido gravemente dañada mientras que el mito Picornell se agiganta. Será la camiseta verde de esta legislatura.

Ilustración: Zaca

El indigno episodio de esta semana tienen dos protagonistas, el propio Le Senne y Mercedes Garrido, pero hay personajes secundarios que contribuyeron a que el president del Parlament viviera lo que él llamó un «momento de ofuscación». Patricia de las Heras, que se acercó hasta la tribuna para pedir la retirada de los carteles, y el portavoz del PP, Sebastià Sagreras, también se dirigió en persona a Le Senne con el mismo propósito.

Lo que ha pasado esta semana muestra muy bien una realidad política que fluye subterránea, apenas perceptible, por debajo de la aparente realidad parlamentaria. En el PP hay recelos con el president del Parlament, hay una manifiesta animadversión por cómo conduce las sesiones plenarias desde aquel polémico pleno en el que Marga Prohens mostró una imagen de Josu Ternera y Le Senne dio la palabra al portavoz del PSIB, Iago Negueruela. Se vio cuando Sagreras descalificó hace unos días al president del Parlament por su negativa a colgar la bandera Lgtbi en la fachada. No solo el PP mira de reojo a Le Senne. Una parte de Vox, todo el sector crítico que promovió un golpe en su contra, también le desprecia y    considera que no está preparado y le falta mano dura.

La paradoja del caso es que, en esa corriente política que fluye escondida en un segundo plano, Le Senne había tenido hasta ahora el apoyo factual de los dos principales partidos de la oposición, PSIB y Més, para seguir en el cargo y para buscar mecanismos que permitan a Vox deshacerse de los diputados díscolos. El objetivo no era tanto ayudar a Le Senne como dañar al PP, pero lo vivido esta semana supone la ruptura total de estos apoyos subterráneos. Le Senne se ha quedado más solo que nunca, con un respaldo parcial de los suyos. Eso sí, tiene el apoyo de Santiago Abascal. A fin de cuentas,    probablemente sea el único que de verdad le importe.