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Los resultados de las elecciones europeas del domingo han constatado que Europa está virando hacia la extrema derecha. Los partidos reaccionarios han obtenido resultados especialmente buenos en Francia y Alemania, países que históricamente han representado la razón de ser de Europa.

Hace unos meses alerté en este medio que existe un importante paralelismo entre la situación actual y la de los años 20 y 30, y es que ambos contextos suceden a un período de austeridad fiscal e ideología política neoliberal. La austeridad ha sido promovida por los grandes think tanks e instituciones económicas como el FMI, el Banco Mundial y la Comisión Europea, y avalada ‘científicamente’ por la mayoría de economistas ortodoxos. Y es que en Europa el crecimiento del gasto público (excluidos los pagos de intereses) es hoy inferior al promedio de la década del 2000. Hace unos meses también mencioné que algunos artículos recientes demostraban que había relación de causalidad entre la austeridad fiscal y el aumento de votos a los partidos extremistas; mientras que un reciente trabajo de historia económica afirmaba que en las cuatro elecciones alemanas entre 1930 y 1933 el partido Nazi tuvo más éxito electoral en las áreas más afectadas por la austeridad fiscal.

En España, el auge ultra no ha sido tan notorio. Primero porque ha habido crecimiento económico y mejoras en el empleo (aunque no en los salarios reales) en los últimos años, un crecimiento impulsado principalmente por el gasto público y la acción del Estado. Segundo porque la extrema derecha española (Vox) basa su discurso (y sus acciones de gobierno) en cuestiones muy casposas (el carajillo, la caza, los toros) que no seducen a las masas. Eso lo ha sabido ver el agitador ultra Alvise Pérez, quien ha capturado el voto de los principales damnificados por las décadas de austeridad y neoliberalismo: jóvenes varones con empleos precarios, con poca formación académica e intelectual, y que viven con sus padres. Muchos de ellos es la primera vez que votan. Alvise se ha convertido en ‘El Joker’ que este sector de resentidos anhelaba. Más leña al fuego.

La crisis de 2008 detuvo abruptamente el proceso de crecimiento económico europeo, basado en la exportación (países del norte) y en la acumulación de deuda de los hogares y gobiernos (países periféricos y Francia). Un régimen de crecimiento que recaía sobre el estancamiento de los salarios reales. Las políticas de austeridad que siguieron a la crisis no hicieron más que empeorar las condiciones de vida de los hogares europeos. Y de aquellos polvos, estos lodos. La Unión Europea necesita una renovación institucional para sobrevivir. Una renovación que pasa por gestionar el descontento de los afectados por décadas de neoliberalismo y austeridad. Urge, más que nunca, apostar por un capitalismo social (similar al del periodo de postguerra) que sea capaz de gestionar el descontento desde la raíz, mediante un crecimiento inclusivo y sostenible. Urge poner en el centro un programa social que vuelva a ilusionar a las clases populares y les vuelva a hacer creer en el proyecto europeo. Urge, más que nunca, volver a Keynes.