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Tras las elecciones europeas, me vienen a la mente unas palabras de Michel Foucault: «Lo propio del saber no es ni ver ni demostrar, sino interpretar». Según el partido que ha quedado segundo, los resultados han sido un fracaso de los que han quedado primeros. Cosas de la política actual. Lo importante no es la realidad sino cómo la interpretas. Si mientes convencido, no vences pero convences. Cuanto más te acerques a ser condenado, más popular te vuelves, como Trump. La corrupción resulta un mérito si es por una buena causa. Porque la gente necesita una causa que dé sentido a su vida. Y esta es la causa de que haya tantas causas, casi todas perdidas o pendientes. Cada loco con su tema. Los populismos de ultraderecha y ultraizquierda tienen futuro. Preguntémonos por qué. Los votantes sustituyen médicos por curanderos y después se quejan del aumento de la mortalidad. Bandos, extremos, muros, miedo… síntomas del malestar que propicia soluciones rápidas, drásticas, simples.

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Pese a los resultados, Pedro Sánchez y sus socios, republicanos todos, siguen con sus planes acordados en reuniones secretas. Nos han demostrado que, como el gato de Schrödinger, una amnistía puede ser inconstitucional y constitucional a la vez. Todo es posible. Los indicios de corrupción son fango.

Si no sabemos distinguir nuestros sueños de la realidad, acabaremos escribiendo «La interpretación de las pesadillas».