Que 11 años después de aprobarse una ley y casi 10 de que entrara en vigor haya gente que se la salta, es una absoluta desvergüenza. Que esas organizaciones sean administraciones públicas aún indigna más. Que haya incumplimientos con impunidad y se publiquen resultados de evaluaciones que no sonrojan a ningún dirigente es, cuanto menos, sorprendente. La falta de sanciones que prevé la norma evidencia que algunas leyes son papel mojado y que quienes deberían acatarlas con ejemplo actúan con soberbia y quienes deberían aplicarlas con disciplina ofrecen un trato discriminatorio, en este caso en beneficio del que la ignora, pese a que la exigencia debería ser mayor para el que ocupa un cargo público con la confianza de las urnas y tiene el privilegio de representar a la ciudadanía. Si la inconsciencia o involuntariedad fuera la excusa, recordemos que la ley es firme frente cualquier sujeto: el desconocimiento no le exime de cumplirla.
Ayuntamientos sin transparencia
14/06/24 4:00
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