Tal día como hoy de hace sesenta años (60, sí) un niño rubito del Carrer de ses Moreres abría como todos los días las «cuatro páginas» del Diario MENORCA y se encontraba con un articulito suyo que había escrito a mano y por el que se había interesado el redactor jefe Paco Pons Capó, quien acababa de impartir un cursillo de periodismo en el local de la OJE; al niño no se le había pasado por la cabeza su publicación, pero ahí estaba el escrito, flamante, destilando orgullo. Aquel día se selló in pectore una colaboración indestructible que alcanza hoy ni más ni menos que sesenta años ininterrumpidos, no solo de colaboración franca y leal sino también de afecto mutuo.
Pasó el tiempo y el chico de es Carrer de ses Moreres marchó a la universidad para rendir pleitesía a su otra vocación, la médica, sin dejar de estar en contacto con «Es Diari» desde las «Orillas del Ebro» y más tarde en forma de «Crónicas de un menorquín en el exilio» en sus tiempos palmesanos de especialización. Luego, de vuelta a casa con aragonesa incorporada, atravesaría con ilusión renovada las plácidas aguas de la Transición sin dejar nunca de colaborar en su Diari, para asentarse más adelante en plan dietarista, donde encontró su mejor hábitat hasta que lo encontramos hoy, dubitativo y algo desalentado, delante de una página en blanco sin saber muy bien cómo meter baza en una maraña de crispación y sectarismo que no va nada con su carácter flemático pero que ahí está, amenazadora, insoslayable…
Cada día le cuesta más trabajo entender el periodismo de trinchera tan en boga hoy incluso en las páginas de su «Diari», donde demasiado a menudo vuelan las dagas de una mal llamada «guerra cultural», antítesis de lo que siempre había entendido por periodismo, un intento honesto de dar testimonio veraz de lo que pasa en el mundo («gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente», dijo alguien), expuesto sin acritud, con educación, rigor analítico y, a ser posible, con cierta dosis de humor, la auténtica joya de la columna periodística, sustituida hoy por una malsana susceptibilidad.
A medida que pasan los años y va envejeciendo (la alternativa es peor, ya se sabe), aumenta la perplejidad del niño de Ses Moreres, tanto, que empieza a tener dudas de si vale la pena seguir sumergiéndose en un mar infestado de tiburones, y más de una vez piensa en poner punto final al periplo que empezara hace sesenta años en un ambiente mucho más amable y constructivo. Por otro lado, el niño convertido en lustroso calvo piensa que, mientras crea tener algo que decir y pueda decirlo con un mínimo de ingenio y originalidad, ahí tiene que estar, dando la brasa a los radicales y al mismo tiempo pidiendo perdón a quienes pueda haber ofendido en el largo y tortuoso camino de un periodismo de opinión trufado de ironía, la mejor defensa contra los dogmatismos y fobias, pero al mismo tiempo, fuente inagotable de malentendidos.
Gracias, Diari MENORCA, por aguantarme tantos años.
6-VI-24 jueves
«Guilty» (culpable) ha sido el titular de las portadas de casi todo el mundo durante la semana. Se refiere al veredicto impuesto a Donald Trump por la Corte de Nueva York sobre los treinta y cuatro cargos instruidos contra el magnate inmobiliario. Pero la pregunta que me hacen algunos jóvenes está llena de incredulidad: «¿ De verdad podrá presentarse a las elecciones?». Pues parece que sí, salvo si llegaran a tiempo los juicios por el intento trumpista de alteración de los resultados electorales y, sobre todo, la vista sobre el asalto al Capitolio perpetrado por las hordas del Make America great again («Hagamos América grande de nuevo»). Pero mucho me temo que esto no va a ocurrir por las tácticas dilatorias del equipo jurídico del expresidente. Y más me temo, aún, que ahí lo tengamos cuatro años más de imprevisibles y peligrosos disparates. Una Europa que se precie debe hacerle frente.