Cuando oí decir al amado líder que asumía el compromiso de liderar el debate sobre la regeneración democrática, me alegré. Pensé en Pilar Rahola, quien a la mínima ocasión menciona los referéndums con los que conviven en Suiza. Sin duda, España está muy lejos de ser un país democrático en el que se cumpla aquello de un ciudadano, un voto. Aquí ocurre todo lo contrario. Las minorías son arrinconadas, despreciadas, insultadas, a no ser que, como le ocurre a Sánchez con algunas, las necesite.
Al unísono de esta mal llamada «regeneración democrática» -van a prohibir más que a liberar, y si no, tiempo al tiempo…-, en Balears se ha dado otra demostración más de este desprecio a las minorías. Y digo minorías porque no hay referéndum que nos cuente.
Cuando oí decir al Govern balear que el catalán era nuestra lengua, ya no me alegré tanto. Nada, mejor dicho. ¿Se atreverá el PP a llevarlo en su programa electoral?
Y es que quienes apostamos por llamar a nuestra lengua como menorquín, mallorquín, balear y demás, somos tildados de ultras, antisistema, negacionistas, y por qué no, fascistas. Además de incultos.
¡Faltaría más! ¿Acaso los incultos, los negacionistas, los fascistas -puestos a decir burradas- no tenemos derecho a contabilizar nuestros votos a favor o en contra de una posición determinada?
La excusa sobre el catalán o el balear es que la autoridad entendida es la Universidad y el Estatuto así lo define. Y lo mejor de todo es que «científicamente» está demostrado. ¿Se dirá «científicamente» porque fue un químico -y no un filólogo- quien redactó la gramática catalana de referencia? ¿Y por qué no nos dejaron votar el Estatuto? ¿Dónde reside la soberanía de los baleares?
Ahora cuando los progres de bien intentan quitar el Poder Judicial a los propios jueces, por aquello de que los poderes residen en la soberanía popular; ahora que el mando de la defensa reside en un político que ni ha hecho la mili; ahora que un gerente de un hospital no necesita ser médico; ahora que para dirigir una cátedra no necesitas ser licenciado, ¿por qué para decidir cómo quieres llamar a tu lengua, necesitas ser lingüista, filólogo, procatalán y progresista?
Otra cosa sería que luego discutiéramos cómo llamarla, si balear, mallorquín, ibicenco, menorquín o mahonés.
De momento, gracias al químico Fabra, Mahón, se ha quedado sin «h». Y sus defensores, tildados de incultos y fascistas.
Esperemos que, con esta regeneración democrática prometida, se nos depure para bien. Jajaja.
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