Hay quien defiende que el calentamiento global, el cambio climático o como se le quiera llamar, es una gran mentira creada por las elites mundiales para transformar nuestro estilo de vida y dirigirnos hacia donde desean. Está claro que ya no hay de quién fiarse, porque detrás de cada dato puede haber una mano negra manipulando las cosas. Y la verdad es que, a nada que arañes un poquito la superficie, aparecen sorpresas. Por ejemplo, la sequía.
Si preguntaras hoy a cien personas aleatorias en la calle sobre cuánto ha llovido esta temporada, probablemente las cien dirán que estamos en una sequía gravísima y que no falta nada para que nos corten el agua. Lo asegurarán con firmeza porque desde los informativos televisivos llevan meses dando la traca con la sequía, sobre todo en Catalunya. Las imágenes del pantano de Sau mostrando los esqueletos del antiguo pueblo de San Román nos las sabemos de memoria. Intuyo que si las cámaras se dan un paseo hasta otros embalses las fotos no serán tan espectaculares.
Y ahí está el quid de la cuestión: influenciadas por las redes sociales, las series de televisión y las películas –últimamente parece que todas son de superhéroes–, los medios de comunicación han apostado fuerte por el espectáculo, el impacto emocional, lo truculento, dejando de lado la información veraz y el análisis, que deberían ser los cimientos del periodismo.
El inconsciente colectivo da por hecho que ha llovido menos que nunca y que estamos metidos hasta el cuello en una situación de emergencia. Pues, ¡sorpresa! resulta que no. Que esta temporada ha llovido un seis por ciento más que la media. Pero eso, ay, no nos lo cuenta nadie.