Trabajar mucho cansa mucho
El Primero de Mayo, Día del Trabajo que pasó a llamarse Día Internacional de los Trabajadores, siempre fue una fiesta rara (unir trabajo y fiesta es una extravagancia), con manifestaciones lúdicas para reivindicar el derecho de los trabajadores a salir en los telediarios agitando banderas, pero en los últimos tiempos, además de rara, ya no es lo que era. Porque el trabajo, más volátil, tampoco es lo que era, y a la falta de motivación se une cierta languidez reivindicativa. Se conmemoran las huelgas de Chicago en 1886 por la jornada laboral de ocho horas, violentamente reprimidas con miles de detenidos, procesados, heridos, despedidos y cinco ajusticiados en la horca. Si no recuerdo mal, tres periodistas y un tipógrafo, por cierto. El otro era carpintero. En fin, ya ven todo lo que ha tenido que pasar para que hoy sea fiesta, aunque bastante desganada, muy venida a menos. En EEUU y Gran Bretaña, por supuesto, no se celebra esta fecha internacional; celebran otras cosas, pero no el 1 de mayo. Hasta ahí podríamos llegar. Cesare Pavese, escritor turinés antifascista y suicida, hace casi un siglo que escribió los extraordinarios versos de su poemario Trabajar cansa, a los que rindo homenaje cada Día del Trabajo, y hoy añadiré que si trabajar siempre cansa, trabajar mucho cansa mucho más. Estamos bastante fatigados, y quizá eso influya en nuestra desgana reivindicativa. Por no hablar de lo poco que pintan hoy día los sindicatos.
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