Los amos de perros saben que estos son más listos de lo que parecen. En Tik Tok se pueden ver canes, como los huskies Max y Bombón, que parecen hablar a su dueño con palabras humanas. Eso no es ninguna novedad, en el siglo XVII, Miguel de Cervantes ya conoció a dos ejemplares, Cipión y Berganza, que hablaban perfectamente el castellano y razonaban mejor que algunos de nosotros.
Yo no descartaría que teniendo todos la facultad de parlotear, escondan esa habilidad porque intuyen que si la mostraran, sus propietarios les pondrían a trabajar y como muy bien apuntó el escritor italiano Cesare Pavese, «trabajar cansa». Sin duda, los perros tienen un don de lenguas para entenderse. Un can de Girona, por ejemplo, ladra en buen catalán: bup bup. Su dueño viaja a Madrid y él se entenderá fácilmente con sus colegas de los madriles: guau guau. En Francia, pas de problème: waouh waouh y si cruza el canal aullará woof woof con perfecto acento de Oxford o si se tercia con woauf woauf, un deje cookney más popular.
No teman que el perrito pierda comba, puede ir cruzando fronteras sin problemas de comunicación: bau bau (Italia), blaf blaf (Holanda), gav gav (Rusia).., mientras su amo probablemente solo pueda entenderse con su inglés chapucero. Quizás al llegar a Corea, nuestro chucho tenga problemas para pronunciar meong meong, pero con un poco de esfuerzo, lo logrará.
Todo ello demuestra que pese a la opinión de Aristóteles los animales son más espabilados que nosotros que ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo con algo tan simple y primario como las onomatopeyas.