Como los cocineros se han convertido en teólogos o en alquimistas de la comida, empeñados en lograr la salvación eterna y el postre filosofal a base de integrar múltiples componentes a la cocción, es normal que algunos desconfiemos de los ingredientes. Sobre todo de los ingredientes secretos, que son los que elevan las recetas a la fama. Yo no solo desconfío de ellos; me incomodan bastante. Para empezar, suelen ser demasiados, cuando ninguna comida seria necesita más de media docena, incluyendo aceite, sal y acaso tomate. Además, suelen ser muy engreídos (¡ingredientes engreídos!), convencidos de que sin ellos hasta las excelentes anchoas o las gambas rojas se quedan en nada, y «El Banquete» de Platón deviene en sopa boba. Hay un barroquismo churrigueresco del ingrediente, una avidez y voracidad de ingredientes, que han pasado de mero componente de una mezcla a ser el alma misma del producto. Sea comida, bebida o medicamento, todos y cada uno de sus ingredientes son determinantes, sin que falte nunca el cebollino. Hay una matemática del ingrediente, una liturgia del ingrediente, una metafísica del ingrediente. O sea, mucho cebollino, entre otras yerbas. Porque lo secundario es ya lo principal, y en todas partes.
Demasiados ingredientes
15/04/24 4:00
También en Opinión
- El cáncer de hígado puede desarrollarse por varios factores: el alcohol no es el más determinante
- Un restaurante de Menorca, entre los 100 mejores de España
- La Guardia Civil, sin lanchas para vigilar Menorca, podrá usar las nuevas barcas del Govern
- El Hospital Mateu Orfila crea un jardín terapéutico para pacientes psiquiátricos
- Residentes que viven en urbanizaciones de Menorca todo el año: «No lo cambio por nada»