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Casi setenta bolivianos toman un crucero por Europa y se presentan en la escala de Barcelona con visados falsos. Las autoridades condenan a los otros mil quinientos viajeros a permanecer estancados allí durante dos días mientras solucionan la situación de estas personas. Ellos dicen que han sido estafados por la agencia de viajes, la policía investiga si la naviera hizo la vista gorda al dejar embarcar a estos pasajeros y amenaza con fuertes multas. Los turistas bajaron en Tenerife sin ningún problema y ahora están aislados en otro barco mientras se investiga qué hacer, porque, dicen, podría tratarse de un claro intento de ingresar en España de forma ilegal, ya que aquí tienen familiares.

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La noticia es tan rocambolesca y ridícula que podría provocar carcajadas si no nos dejara con la boca abierta y las cejas elevadas por la incredulidad. Todos los días llegan a cualquiera de nuestros puertos cayucos cargados con decenas, incluso centenares, de personas que descaradamente intentan entrar en España de forma ilegal. ¿Se les confina en un barco para mandarlos de vuelta a su casa condenando al armador a pagar el pasaje de vuelta? ¡Al contrario! La Cruz Roja les espera con mantas, cafetitos calientes y hasta abrazos, se les facilitan todos los papeles para pedir el asilo y se les reparte por distintas provincias del país con la esperanza de que empiecen una nueva vida en la hospitalaria Europa. ¿Será que el color de la piel tiene aquí cierta importancia? ¿Que los bolivianos no son suficientemente negros? ¿Que hay que venir con una mano delante y otra detrás para que te acojan? No entiendo nada. Sería bueno que el ministro del ramo informara o diera alguna clase de explicación que aclare este despropósito.